sábado, 27 de agosto de 2011

El odio como arma política


   Confieso una inmensa pena por todas las personas de buena voluntad que se dejan arrastrar por la sinrazón del odio. ¿Qué es esto del odio? Nuestro Ortega y Gasset lo definió así: “Odiar a alguien es sentir irritación por su simple existencia; solo satisfaría su radical desaparición”
   Si es como lo define Ortega y la experiencia del día a día nos muestra, sin duda que, en el corazón de algunos, esto del odio crece y crece en sustitución del amor, que decrece y decrece hasta disolverse en el totum revolutum de la mediocridad.  Es entonces cuando cabe la pregunta: si permitimos moverse a sus anchas a los que se alimentan del odio ¿qué será de esas personas de buena voluntad, cuya escasa capacidad crítica les impide captar la verdadera esencia del odio y, en razón de ello, se dejan arrastrar por el verbo fácil, altisonante, odioso y barriobajero de los que no pretenden otra cosa que destruir a todo lo que sobrevive sin contar con ellos?
   Claro que ha habido, hay y seguirá habiendo abusos; por ello es de rigor que, en las ocasiones cruciales de nuestra Democracia, otorguemos nuestra confianza al que se la merece y puede mejorar lo mejorable, no al que vive y se alimenta del odio contra todo el que no es de su órbita.
   Incluso en las izquierdas, hubo y sigue habiendo  notables diferencias entre los que aspiran a traducir en bien social la evolución de los medios y modos de producción (el Marx de los años juveniles, por ejemplo) y los que se apuntan a la consigna de “destruir es una forma de crear” (Bakunin ó el Marx de Stalin  y similares): aquello podía ser considerado como una invitación al constructivo diálogo; esto no es más que una simple y descarnada expresión de odio.
   Termino con una recomendación a todas las personas de buena voluntad, incluidas las que sienten cierta simpatía por los sembradores de odio: no os fiéis de los incapaces de hacer un solo gesto de auténtico amor.

lunes, 22 de agosto de 2011

Realismo cristiano para una buena política

   Como católico que considera a la  política cosa muy seria, aunque más de uno esté empeñado en tirarla por los suelos, no veo nada bien que  tantos y tantos, que  han hecho de la política una muy lucrativa profesión, defiendan sus posiciones a base de  rastreras maniobras e insultos en lugar de "programas, programas, programas" …, que dejó dicho Anguita (¿dónde está aquella IU?), u "obras, obras, obras"…, que son amores y no simples razones, que podemos recordar desde el sentido común.
    Tentado he estado de responder  a  la retahíla de  retorcidos y blasfemos insultos contra los participantes en la JMJ 2011  con una calificación que hubiera podido parecer insultante a los mismos insultadores. Desisto de ello porque, además de creer que los que de esa manera insultan lo hacen desde una lamentable pobreza de espíritu, prefiero la reposada reflexión a la explosión de rabia.
    Si una imagen vale más que mil palabras ¿Qué decir del espectáculo de dos millones de personas procedentes de los cuatro puntos cardinales del planeta prendidos en el compromiso de trabajar por el bien de todos los demás? ¿alguien puede dudar  que el trabajar por los demás es la más noble justificación de la profesión política?
    "Y sucedió lo inesperado, escribe José Luis Restán en Páginas Digitales . Pese a los agoreros y los cínicos, pese a los acosadores y a cierta prensa canalla, pese a las propias debilidades de la Iglesia. Hay que rebuscar mucho para encontrar algo así en la reciente historia de Europa, aunque la BBC no se entere. Llegaron desde los cuatro puntos cardinales, muchos ya con experiencia a la espalda, otros con muchas dudas, todos en camino. Y encontraron a un hermano, a un maestro, a un padre. Con más precisión: a un profeta y un apóstol, el sucesor de Pedro".
    A través de España, SS Benedicto XVI , el sucesor de Pedro,  se  ha presentado una vez más al Mundo como representante, portavoz y mensajero de Aquel, que todo lo hizo bien. Y, en razón de ello, pocos son los que  no reconocen que lo que piensa, dice y hace el Papa nos concierne a todos:  el problema de la verdad y la mentira concierne a cada hombre y a cada mujer (...) y es decisivo para un futuro pacífico de nuestro planeta
    La Historia, que es tozuda en sus lecciones y conclusiones, nos muestra que el caos y la miseria son “productos naturales” de la mentira y del odio de unos pocos aliñados con el relativismo y la inoperancia de muchos. Bien sabemos que para el odio no hay otro remedio que la conversión interior, raro milagro para el que vive y sueña con el mal del prójimo;  el relativismo, en cambio, pierde fuerza  social ante el visible efecto de valores como el trabajo, la libertad, la generosidad y la responsabilidad, hijos todos ellos de esa Verdad (puro, simple y activo realismo cristiano), cuya eficacia política salta a la vista.
    ¿A dónde quiere uno llegar? A poner en claro que, incluso los no creyentes, ateos o agnósticos, están obligados a aceptar  al realismo cristiano como insustituible base de una buena política.

viernes, 12 de agosto de 2011

¿DEMOCRACIA? ¡¡No es esto, no es esto!!

    Es verdad que no todo lo que se tolera en nombre de la Democracia es democrático, ni por supuesto, favorece a la Democracia; también es verdad que las revueltas callejeras “no surgen de la tierra, como los champiñones”, que diría Marx, ni necesitan mayor razón que un grito (un MSN a través del móvil) para convocar a los descontentos de turno y lanzarles a lo que sea en nombre de cualquier cosa.
   Que en el tumulto se cuelan no pocos de los que tienen “hambre y sed de justicia”, por supuesto; que estos mismos, a poco que se descuiden, son manipulados hasta caminar por senderos muy distintos a los deseados… ¿quién lo duda?; que puede suceder y que, de hecho, sucede que la revuelta derive en ilegalidades, atropellos, robos y salvajadas… ¿no lo estamos viendo? Ejemplos como los de Londres y Madrid han sucedido, suceden y vuelven a suceder a lo largo de la historia ¿la razón? Que la libertad no viene acompañada de la generosidad y, por lo tanto, se muestra incapaz de generar responsabilidad.
   En los albures de lo que llamamos “Democracia Occidental”,  Alexis de Tocqueville, que venía de una familia del “Antiguo Régimen”, soñaba con trasplantar a la vieja Europa las incipientes libertades democráticas  que empezaban a tomar cuerpo de Ley en los recién formados Estados Unidos de América; pero sí que avisó de que, con las indudables ventajas que ofrecía “un sistema político del pueblo y para el pueblo”, todo podía venirse al traste si no se hacía nada por neutralizar lo que él llegó a llamar “los instintos salvajes de la Democracia”, muy capaces ellos de llevar a la sociedad  de la anarquía a la dictadura y viceversa: La Democracia, como todo lo nuevo y positivo, decía él, ha de ser sometida a la Civilización en lugar de  permitirla erguirse contra ella; de lo contrario, esa misma democracia terminará siendo “desordenada”, “depravada”, “librada a furores frenéticos”.
   ¿Qué de dónde viene y de qué se alimenta nuestra Civilización? “De Atenas, Roma y Jerusalén”, podemos responder con Paul Valery; es decir, de Democracia, Ley y Valores Eternos. Tres insustituibles soportes para que nos acerquemos a ser  lo que todos y cada uno de nosotros puede ser para que, de rebote, la sociedad en general camine por senderos de libertad, prosperidad y bienestar.
   Democracia sin Ley y sin Valores Eternos (Trabajo, Libertad, Amor, Responsabilidad…) es una corriente abierta a no se sabe qué o, muy probablemente, a la destrucción y miseria, con tantos y tantos ejemplos de que estamos siendo testigos.
  ¿Es Democracia andar a la greña unos contra otros? ¿Es culpa de la Democracia la galopante crisis que padecemos en el Mundo Occidental, muy especialmente en la España gobernada por el equipo socialista del señor Rodríguez Zapatero? Claro que no; pero sí que, en mayor o menor medida, todos somos “culpables” de no querer darnos cuenta de que, junto con los procedimientos democráticos, la Ley tiene que ser Ley y valores como el Trabajo, la Libertad, el Amor y la Responsabilidad tienen que ser reconocidos como esenciales y no sustituidos por tal o cual postulado de ese bodrio llamado “Educación para la Ciudadanía”.  
   Visto lo visto, no tenemos más remedio que recordar  el “no es esto, no es esto”, que escribió Ortega el 9 de septiembre de 1931, pocos meses después de haberse creído él mismo que, con el simple cambio de régimen, venía una auténtica Democracia.  


martes, 9 de agosto de 2011

¿SEGUNDA TRANSICIÓN ESPAÑOLA?

Cambian las circunstancias y, también, por eso de que “yo soy yo y mi circunstancia”, mucho o poco y, tal vez, menos en el interior que en el exterior, cambiamos las personas. En esencia,  aunque con distintas gradaciones, el “homo sapiens” sigue siendo el mismo en cuestión de odios y amores, adocenamiento en la rutina o ansias de renovación y otras insignificancias a nivel universal pero sí que determinantes en los respectivos entornos: bien seguro que una espontánea reunión de cualesquiera ciudadanos de la época de Pericles ofrecía similares discrepancias de opinión que un revoltijo de vecinos nuestros, entre los que, de pronto, surge el hablar de política. Es fácil creer que similares altercados y coincidencias se daban y se dan entre los políticos profesionales de antes y los de ahora con no se sabe si mayor o menor dosis de honrada sinceridad.

Afortunadamente, en los meses que sucedieron a  la muerte de Franco (20N/1975), de la que ya están a punto de transcurrir 36 años, muchos de los que, aunque desde distintos posicionamientos, sentían la fiebre política en sus venas, tomaron por regla de conducta la recomendación evangélica de “dejad a los muertos que entierren a sus muertos” y se aplicaron a fijar las bases teóricas de la era democrática en la Constitución de 1978, Ley de leyes para un Estado social y democrático de Derecho en base  a lo que se entiende por Monarquía Parlamentaria (Parlamento y Rey en el mismo plano de Poder Constitucional) y lo que se llamó Descentralización Administrativa, traducida en diecisiete autonomías de cuya desigual deriva todos estamos siendo testigos.

Soy de los que piensan que, si los llamados “Padres de la Constitución” estuvieran en situación de volver a reunirse para revisar, una a una, las normas básicas con las diseminadas y tantas veces reiterativas competencias, propondrían no pocas modificaciones, incluidos el papel de la Corona y la hoy por hoy, inamovible división territorial ¿por qué uno y otra no pueden ser más funcionales que anacrónicamente románticos?

Visto lo visto, algo habrá que hacer para reanudar la interrumpida marcha hacia el Progreso, para que resulte efectiva la imprescindible independencia de cada uno de los tres poderes, para que vuelva el respeto a las leyes y al orden constitucional (¿qué pinta Bildu-Batasuna-ETA en las instituciones?), para  la imprescindible reactivación de la Democracia (¿qué se puede hacer para “resucitar” a Montesquieu?) y, sobre todo, para implicar efectivamente al gobierno de turno que, representado por personas con capacidad y voluntad de servicio, resuelva problemas y roture caminos de trabajo, bienestar y progreso para todos los españoles.

No es tolerable lo de estar al albur de caprichosos y torticeros: necesitamos ser gobernados por personas con sus prioridades tan bien definidas que no nos ofrezcan la menor duda cuando actuamos como ciudadanos responsables y no como marionetas de las propias o ajenas inercias tanto ideológicas como estúpida y obsesivamente particularistas.

Claro que, muy especialmente en España, pasamos por tiempos difíciles; pero ello, en buena parte ¿no se debe a que hemos sido víctimas de tanta mentira y tanta demagogia, que, para la desgracia de todos, ha llegado a cautivar a no pocos españoles de buena voluntad? ¿Será el próximo 20N/2011 la ocasión para  lo que puede ser una auténtico Renacimiento Democrático?

jueves, 4 de agosto de 2011

Librémonos de la Oclocracia, hija bastarda de la Democracia

  Me tengo entre los que temen a la Oclocracia, más incluso que a la propia Dictadura. Preguntaréis: ¿por dónde va éste  con  eso de la Oclocracia? Oclocracia, que procede del griego ὀχλοκρατία, viene a significar  toma del poder por una masa indisciplinada. ¿Cuando ocurre esto? cuando los llamados demócratas pierden la fe en su capacidad para proteger las libertades públicas y dejan que las cosas se arreglen por sí mismas.
   Ejemplos de oclocracia podemos ver en los cantonalismos de la primera república española, en la aventura revolucionaria del 34 en Asturias, en el desmadre de algunos grupos que aquí y allá imponen o intentan imponer disparates como lo de  aquí mandamos todos, abajo la inteligencia, destruir es una forma de crear,  lo mío es mío y lo tuyo también mío, mi capricho soberano me coloca por encima del bien y del mal , la masa siempre tiene razón, etc…
   No se necesita tener una inteligencia privilegiada para comprender que cuando postulados de ese estilo se convierten en guías de conducta general, no es nada difícil que se llegue a situaciones al estilo del desmadre oclocrático que se vivió hace unos años en Camboya: si, al tener gafas, mostrabas curiosidad por leer y entender, eras reo de superioridad manifiesta y por lo tanto merecías morir; y lo que parece un chiste de mala gaita, demostrado está que llegó a ser la  monstruosa realidad de cientos de miles de buenos ciudadanos asesinados.
   Sin ir tan lejos ¿no es oclocracia lo que sueña con imponer Bildu en el País Vasco, esa entrañable parte de nuestra España? ¿qué decir de eso a que aspiran algunos que muestran “indignarse” porque no se les facilita el hacer lo que les viene en gana?
   Lo lamentable es que, si repasamos la historia, vemos que no pocas veces, una democracia que, apoyada originalmente  en el voto libre y la clara separación de los tres fundamentales poderes, empieza a dudar de sí misma, hace lo indecible por acaparar los tres poderes, vende legítimas responsabilidades por tal o cual plato de lentejas  y llega a confundir la desordenada protesta contra el propio sistema con cualquier otra legítima y constructiva expresión de libertad, ello cuando tan fácil es prevenir y corregir en su raíz lo que Tocqueville llamaba instintos salvaje de la mala democracia, eso mismo que mucho nos tememos derive en la toma de poder por una masa desorganizada, justamente lo mismo que, como temía el propio Aristóteles, hace inevitable el resurgir de la tiranía, situación que, en la República Romana, más de una vez se llegó a evitar con una dictadura limitada al tiempo necesario para resolver tal o cual  crisis.
   ¿Solución? Que la Democracia pierda el complejo de que todos tienen razón y se apoye en la Ley y en la clara separación de poderes.

lunes, 1 de agosto de 2011

20N/2011, Ocasión única para recuperar la España a medio perder

   Quedan todavía tres meses y medio de gobierno a base de improvisaciones y huídas por la tangente y, al menos, otro mes de agónica impaciencia. En el largo camino hacia la menos mala de las posibles soluciones la gente dice “cualquier cosa menos lo que ahora tenemos”; cuidado, que puede darse aquello de que vayamos de mal en peor: ¿no se lee en el Quijote eso de que segundas partes nunca fueron buenas? ¿No representa el señor Rubalcaba la segunda parte del gobierno del señor Rodríguez Zapatero?
   De aquí al 20N/2011 tenemos tiempo para bucear en la historia de los últimos siete años y pico para, con absoluta libertad de conciencia, captar en toda su amplitud la regresión acaudillada por ese gobierno que sigue llamándose  progresista: ¿Es progreso resucitar el viejo odio entre los españoles o legalizar paridas ideológicas para distraer  desgracias del calibre del más escandaloso desempleo de la Unión Europea? ¿Dónde está la envidiable posición económica de la España de hace siete años y pico? ¿Quién nos toma hoy como país serio en el plano internacional? ¿Qué se ha hecho para que los particularismos nacionalistas y de otros estilos no nos estén llevando cinco siglos atrás de nuestra propia historia? ¿Se merecen nuestros hijos y nietos sufrir un sistema educativo en el que cuenta más el forniqueo precoz y de cualquier naturaleza que la aplicación a desarrollar las propias capacidades?
Palabras y promesas, promesas y palabras… en un totum revolutum vacío de ideas e intenciones de regeneración en todos los órdenes de la vida humana es lo que nos ofrece el candidato socialista al  Gobierno de España, el mismo que hizo de la mentira un arte con aquello de que “no nos merecemos un gobierno que nos miente” para luego, en razón de los méritos que él muy bien conoce, participar en el desastre liderado (o no) por el señor Rodríguez Zapatero.
   Para equilibrar su libertad de juicio a la hora de votar, los ciudadanos españoles de buena voluntad han de vacunarse contra lo que nos viene encima en forma de panegíricos subvencionados, medias verdades, torticeras ocultaciones y sonrisas o chascarrillos en lugar de las respuestas que se piden sobre probables traiciones o meteduras de pata y, también, en lugar de serios programas de recuperación moral y económica, detrás de la cual ya será más fácil corregir el desmadre de algunas entrañables partes de España y, también, lograr el puesto que nos corresponde en el concierto de las Naciones menos traumatizadas por las olas de farfulleras formas de entender la política.
   Entre Rubalcaba y Rajoy, los dos mejor posicionados para llevarse la mayoría en las Elecciones Generales del 20N/2011, ocasión única para recuperar el terreno perdido ¿quién creéis que se merece nuestra confianza? ¿a cuál de ellos compraríais un coche de segunda mano?