viernes, 29 de noviembre de 2013

Hablemos de España y Europa

    El mito del “Rapto de Europa” ha dado para mucho a pintores y escritores de la Cultura Occidental: se cuenta que Europa era una princesa fenicia (y, por lo mismo, con marcadas debilidades por la “moneda”) que, jugando, jugando…, se subió a los lomos de un toro (¿porqué no un antecesor del toro que podemos  ver en las carreteras españolas?), que resultó ser la encarnación de Júpiter o Zeus, el cual  la llevó a la isla de Creta, en donde inició su historia, hará cosa de unos tres mil quinientos años.  Tal vez basándose en las medias verdades cuales suelen ser los mitos, algunos historiadores consideran a Creta  “el primer eslabón de la cadena europea en la Historia de la Civilización”.

    La figura del toro es lo que hoy nos llama particularmente la atención. Lo vemos muy nuestro luego de asegurar que no lo creemos, ni mucho menos, la encarnación de Zeus o Júpiter y sí un símbolo  de esta privilegiada Nación cuyo territorio es asimilado a una piel de toro. A renglón seguido, nos gusta evocar los siguientes versos de la Metamorfosis de Ovidio, referidos a Europa en la grupa de un enamorado toro, que bien puede representar a España:

Se asusta ella y, arrancada a su litoral abandonado,
vuelve a él sus ojos, y con la diestra un cuerno tiene, la otra al dorso
impuesta está; trémulas ondulan con la brisa sus ropas.

    Tras este preámbulo sin otro objeto que el de despertar un ápice de ilusión sobre lo que somos y lo que podemos representar en ese concierto de los pueblos que formamos la Unión Europea, bueno será tomar la realidad del día a día para no perdernos ni en horizontes obscuros ni, tampoco, descuidar el hecho de que, para prosperar en la medida de nuestras posibilidades, la “buena vista”, el trabajo, la generosidad y la libertad son los principales medios: ello quiere decir que la verdadera revolución empieza por uno mismo. Algo que, en parte, empieza a suceder en España.

    Dicho lo dicho, fijemos nuestra atención al hecho de que  en la Unión Europea se empieza a vernos a los españoles  como socios de igual a igual, circunstancia nada baladí si tenemos en cuenta el hecho de que, hace no más de un año,  estábamos poco menos que necesitados de urgente rescate.

    Hoy, en cambio, leemos  en “Europa Press” que  
     La agencia de calificación de riesgos Standard & Poor's (S&P) ha confirmado los 'rating' de España (BBB- a largo plazo y A3) a corto plazo, pero ha revisado al alza la perspectiva del país, que pasa de negativa a estable.
      S&P ha explicado que esta decisión es consecuencia de la mejora de la posición exterior de España y de la recuperación "gradual" del crecimiento económico. Además, ha destacado que otros indicadores de la calidad crediticia del país se están estabilizando debido a las reformas estructurales y a las políticas de apoyo de la eurozona.

    A pesar de esa positiva constatación de los mismos que nos han visto al borde del abismo,  seguro que no faltarán los agoreros, los malajes ni los demagogos de siempre para invitar a las revueltas callejeras o a remedios que nada tienen que ver con la Constitución: Realismo y Ponderación son buenas medicinas en las circunstancias actuales. 
   

sábado, 23 de noviembre de 2013

¿HASTA CUÁNDO EL MASIVO DESEMPLEO?

Por demás de la Crisis Económica, el boom de las economías emergentes, la fluidez en desplazamientos y comunicaciones, el despertar de las antiguas colonias, las torpezas o mal comprendidos aciertos de los gobiernos, los palos en la rueda de una oposición irresponsable, el adocenamiento de los sindicatos, et., etc…, en estas primeras décadas del siglo XXI sufrimos las consecuencias de un hecho incuestionable: Hay muchísimas más personas para hacer las mismas cosas cuyo tiempo de fabricación o adaptación requiere de menos en menos tiempo. Al hilo de las nuevas tecnologías, es vertiginoso el cambio de los “medios y modos de producción”: en segundos se fabrican cosas, que tiempo ha, llevaban horas.
Ante tal panorama ¿qué se hace para racionalizar los tiempos de trabajo de forma que, sin dejar de respetar los derechos adquiridos, se facilite la multiplicación de las oportunidades de empleo?  ¿Es de recibo que, sin necesitarlo para mantener esos derechos adquiridos, haya quien trabaje doce o más horas mientras están parados millones de personas con igual capacidad para desempeñar lo mismo? ¿No es escandalizante aplicar miles de millones de euros a prolongar la impaciencia de los que quieren trabajar y cobrar un sueldo en lugar de un subsidio a todas las luces insuficientes? ¿No sería mejor que tales subsidios se aplicasen como complemento de un salario que muchos de los decididos emprendedores no pueden pagar?
Lo dicho nos enfrenta a lo que podríamos llamar principales retos de urgente resolución, como, por ejemplo: sin dejar de respetar los derechos adquiridos de todos los que tienen la suerte de conservar su trabajo, volver a lo de Keynes (medidas de excepción ante intolerables situaciones de desempleo) y aplicar parte de los recursos disponibles a trabajos que requieran abundante mano de obra con exclusivo acceso a ellos de los desempleados (empezando por los de larga duración)  en jornadas de seis o menos horas en dos o más turnos; facilitar los ajustes de horarios a los casos especiales de madres de familia, estudiantes, veteranos trabajadores, etc… Tal como apuntan algunos economistas  ¿Cabe ahí el sustituir el concepto salario-mes por el del salario hora? Uno piensa que, de ser así, resultaría más fácil ponerse de acuerdo en reducciones de jornada, jubilaciones parciales voluntarias, adaptaciones a particulares necesidades de familia, oportunidades para estudiantes… Al respecto, que no se nos diga que ello es una insalvable dificultad administrativa ¿en ésas estamos  cuando la burocracia es reducible a su mínima esencia gracias a la Informática?
En sano y voluntarioso intercambio de pareceres, seguro que son muchas las ideas positivas de todos los que discurren sobre estos temas si, a la hora de la verdad, dejan de irse por las ramas y, desde el simple sentido común, con su mejor voluntad, proponen, escuchan, razonan y deciden, si está en su responsabilidad hacerlo.
Claro que eso es justamente lo contrario de lo que ocurre en tantas reuniones, conciliábulos y tertulias en las que lo que priva es el perverso e imbécil truco demagógico: tú y el otro sois  malos, luego yo soy bueno.