A cuatro meses de la mayoría absoluta del PP en las Elecciones Generales con la consiguiente mala digestión de la derrota por parte del líder de la oposición, ya investido Secretario General del Partido Socialista Obrero Español, la responsabilidad del Presidente del Gobierno y sus ministros, con el legítimo respaldo de esa mayoría absoluta, ha impuesto imprescindibles ajustes en la maltrecha economía española.
En razón de ello son (somos) muchos los que ven (vemos) una tenue luz a la salida del túnel de lo que parecía una irremediable catástrofe.
Claro que las cosas no están transcurriendo como para empezar a tirar cohetes: los resultados en las elecciones autonómicas en Andalucía y Asturias han tenido sus vencedores en número de escaños, pero no ofrecen claras perspectivas de gobierno eficaz y disciplinado en un clima de escasa preocupación por el bien general; la huelga general, que, a todas luces no ha tenido mayor razón que la voluntad de incordiar por quienes se resisten a reconocer que ya les ha pasado la hora de jugar a salvadores de lo que ellos llaman la “clase trabajadora”, ha mostrado que, sin la coacción de los violentos piquetes y la obligada participación de sus liberados, la incidencia habría sido muy cercana al cero; en lontananza, tirando piedras sobre su propio tejado, una segunda generación de líderes nacionalistas sueñan en hacer de la patria común una babel de taifas o miniestados a la greña unos con otros, al parecer, sin importarles quedarse tuertos a cambio de que todos los demás nos volvamos ciegos… todo ello bajo la presión de un Comunidad Internacional que no está para mirar a otro lado mientras que en España, tan endeudada ella, tan dependiente del mercado exterior, tan necesitada de inversiones ajenas, tan asfixiada por cinco millones y pico de parados…., hay tantos y tantos a quienes no importa repetir el caso de Grecia .
Si el partido de la oposición esperaba un espaldarazo con el truco de la huelga general, más vale que revise su estrategia porque le ha salido mal, muy mal, a pesar de haberse esforzado lo indecible para convencernos a todos de que no hacer nada por facilitar el empleo a los desempleados es el mayor bien que puede venir a todos los españoles que tienen la suerte de trabajar. Tamaña falacia se revuelve como un tsunami contra los propios promotores; tanto peor para quien, apoyándose en ellos, tiene esperanza y posibilidades de gobernar ¿duda alguien de que los que se autoproclaman sindicatos mayoritarios, por su destructiva actitud, están llegando a ser un lujo tan caro e inútil que empieza a estar de más en la Democracia Española y que, por no mirar más que por sí mismos, están arrastrando hacia la nada a quien se fía de ellos?
Bueno es para España, sus gobernantes y quienes tienen posibilidad de serlo no andarse por las ramas y, en la parte que a cada uno le toca, tratar los problemas sin otro condicionante que el de acertar con la mejor solución. No es verdad que destruir sea una forma de crear, ni que multiplicando el número de pobres la masa de los que se creen más espabilados salga ganando.
Ojo al parche, pues, señor Rubalcaba, y sin perder categoría alguna como político, vea la forma de apoyar y apoyarse en el señor Rajoy para que todos los españoles, incluidos usted y sus colaboradores, salgamos ganando. ¿No cree usted que ha llegado la hora de la verdad para España?
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