Leemos en la Prensa que la CEOE pide los “minijobs” para que “los jóvenes sepan al
menos qué es trabajar”. Por eso y por bastante más y, no solamente para los
jóvenes, sino para todos aquellos
condenados a mantener mano sobre mano a la espera de una, hoy por hoy, improbable oportunidad.
A la vista de ello, uno piensa en lo poco o nada que se hace en razón de todo lo que se puede hacer aun en situaciones en las que el dinero, si es que lo hay, se va por
otros caminos que el de montar nuevas
empresas. Por ejemplo ¿no se podría revisar en profundidad lo que se hace en otros países que, con más o menos nivel de desarrollo, han
acertado con algo que podríamos
calificar de “ofrecimiento de
oportunidades de ocio y empleo a gusto de los que trabajan más de lo que
quieren y de los que no trabajan nada porque no se les da la ocasión”?
Si tenemos en cuenta la rigidez de la
burocracia al uso y el que una situación de agobiante desempleo como la actual se viene fraguando desde hace
ya bastante tiempo, entre otras razones
porque, gracias al formidable desarrollo de los medios y modos de
producción, los tiempos de fabricar tal
o cual cosa se acortan vertiginosamente….
¿no es de lógica elemental el reducir
los horarios de trabajo, al menos, para todas aquellas personas que lo deseen y puedan sin perder los
derechos adquiridos y también sin descabalar las necesidades de sus respectivas
empresas?
Es fácil ver que en esa situación están
madres o padres de familia que desearían dedicar más tiempo a sus hijos u otros
quehaceres; señoras y señores de cierta edad, que, con su vida medianamente
resuelta, no verían mal reducir a la mitad su tiempo de trabajo y
correspondientes ingresos, ello sin perder un ápice de los derechos adquiridos; hay
muchas actividades que se podrían
regular hasta establecer turnos de seis
y menos horas, etc., etc.,
Claro que algo se avanza en ese
sentido pero no de la suficiente y
expeditiva manera para que jóvenes y no tan jóvenes encuentren
la oportunidad de, al menos, lo que se llama un “minijob” con el que prestar un
aliciente más a su vida, sobre todo, si
aún no conocen lo que es colaborar en
éste o en aquel proyecto y, en aun peores casos, se sienten marginados porque ya han pasado de los cincuenta, máxime
cuando tienen pesadas cargas familiares tras de sí… Todo sea para aliviar el
terrible drama que sufren tantas y
tantas familias con el añadido de que, no pocos, parecen vivir resignados a la espera de que la cosa cambie
radicalmente cuando se logre enderezar la economía….
Hay sobradas razones de peso para discurrir
y discurrir sobre todo lo que se puede
hacer con lo poco o mucho de que se dispone,
retrotrayendo de aquí y de allá con la prudencia, generosidad y valor que
requieren los actuales tiempos.
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