No y mil veces no cuando, sin tapujos ni
rodeos, el político por vocación (y puede que también de oficio) se ve a sí
mismo como libre y generoso servidor del Bien Común. Claro que, para nuestra
desgracia, no todos los políticos de oficio lo son por vocación; tanto peor
cuando, como sucede en España, el ejercicio de la política está mucho más
abierto para los que acertaron o aciertan a subir con un ocasional bagaje retórico al tren de las oportunidades
ideológicas (tengan o no tengan fuste racional) y a los que no saben más que
decir sí a todo lo que el de arriba les propone, que para los ciudadano libres
de prejuicios y con probados deseos de ser útiles a sus compatriotas sin distinción de
clases, razas, religiones …, pero también con la prudencia necesaria para no
dejarse liar por los que más gritan al albur de tal o cual problema cuya
solución no requiere más que recursos suficientes y sentido común.
Nadie puede negar que la herencia recibida mantiene
en España ciertas barreras que solamente
con trabajo, recursos suficientes, buen tino y probada voluntad de no volver
atrás se resolverán. En el proceso de
resolución sobra el derrotismo y, sobre todo, el sacar las cosas de quicio, que
es, precisamente, lo que hacen unos pocos vocingleros (incluida la personita en la que todos estamos pensando), que se han hecho dueños de las calles y con
su política torpedean la inteligencia de los que menos discurren: si tonto es intentar tapar
una fosa abriendo otra fosa mayor, el colmo de la ingenuidad es seguir a
alguien que no hace otra cosa que gritar y mentir. Frente a ello cabe la
esperanza de que, a pesar de tanta ruidosa y torticera demagogia, siga la racha
de la buena gestión.
Cambiemos de tercio: se diga lo que se
diga, latente sigue en España el problema del terrorismo, cuya faceta de muerte
y desolación sigue al acecho mal encubierta por la nebulosa de inoportunas
permisividades y que, por razones de “conveniencia política”, juega a vestirse
con piel de cordero. Es cuando, tirando por la calle de en medio, puede oírse en
uno de los parlamentos regionales de la España de todos algo así como que matar
por matar es una cuestión política.
¿Es posible que siga en activo quien, en
uso de su cargo, hace de la política una
alcahueta del crimen? Digámoslo alto y claro: La Política, en esencia y muy
bien definida por Aristóteles, es el arte
de edificar la paz y la prosperidad entre las personas; son los que usan la
política para algo muy distinto (lograr complicidades en el cultivo de sus
bajas pasiones, por ejemplo) los
verdaderos enemigos de una normal inteligencia.
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