Soy uno de
los muchos ciudadanos que, llevado de los deseos de estar bien informado sobre
la cosa pública para obrar convenientemente a la hora de votar, seguía con
verdadero interés lo que se decía, comentaba y contradecía en las tertulias
televisivas de aparente color neutro…
Ello ha
sido así hasta que me he dado cuenta de que la mayoría de ellas, sino todas,
escasean en eso que se llama ponderación y que, en román paladino, debe
traducirse por lo de “al pan, pan, y al
vino, vino” y, si las sigo, es para distraerme y no para tomar nota de las
mejores soluciones. Es más: he comprobado que, incluso los moderadores más
afanosos por llegar a conclusiones positivas, son víctimas del presunto índice
de audiencia y, para no herir susceptibilidades y quedar en paz con todo el
mundo, dejan que grite más el que viene mejor pagado o menos razón tiene mientras que todos y cada uno
de los otros no tienen mayor afán que el de lucirse con su particular y tantas veces
vacío discursito; es así cómo la mayoría
de los sufridos televidentes optan por el abotergante “ni fu ni fa”.
Yo diría
que, al igual que en el resto de los programas, en las tertulias políticas el
único valor que cuenta es eso del índice de audiencia. Si ello es así ¿qué camino nos queda a los ciudadanos de a pie
para acertar a comprender cómo va realmente la economía y demás asuntos que
condicionan nuestras vidas? ¿habremos de dejarnos convencer por el que más
grita o por el que disimula su pobreza de argumentos con lo de que “tú eres
malo, luego yo soy bueno” o “de todo lo pasado eres tú el que tiene la culpa
porque no eres capaz de resolverlo en un santiamén”? ¿Sabéis de argumentos
demagógicos más torticeros e imbéciles?
Dicho todo
lo dicho, permitidme un consejo: sin atávicas obsesiones, ciegas devociones por
tal o cual tertuliano amigo de templar gaitas ni estériles pesimistas interpretaciones, abrid
los ojos a la realidad de lo que está ocurriendo en España: ella os hará ver
que no todos los políticos son iguales y, por lo tanto, entre ellos los hay
honrados, prudentes, trabajadores y más dignos de fiar que los que nos han
puesto en donde estamos.
Claro que la
nuestra es muy mala situación, que, en la Aldea Global, los países emergentes
están jugando su partida y nos obligan a cambiar nuestra escala de prioridades
en tanto en cuanto nos están haciendo más pobres e improductivos…, pero no nos
cabe otra solución que la de mirar hacia adelante, no desbarrar, soltar lastre,
trabajar (incluso cuando parece que se nos cierra el camino para hacerlo e
impedirnos ser todo lo que podemos ser) y procurar acertar a la hora de dar
nuestra confianza y nuestro voto a los más sinceros, más eficaces y menos malos
de nuestros políticos. Radicalmente mentira eso de que todos los políticos son
iguales; ya lo dijo no sé quién: les hay más iguales que otros.
Por
cierto, hoy por hoy, somos Europa y vivimos bajo la tiranía del Euro ¿no os
habíais dado cuenta?
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