Desde un encabritado secretario
general de la decadente oposición hasta algún muy famoso periodista que, subido
al pedestal de las grandes audiencias, sueña con un mundo a su medida, muchos
son los que critican y critican haga lo que haga el Gobierno, sobre todo si una
superficial interpretación facilita el exabrupto o la gratuita divagación.
Triste consecuencia de ello es que el ciudadano de a pie termina por refugiarse
en el más estéril de los pasotismos cuando no se deja llevar por las desabridas voces de la calle o por las
consignas de los que hacen política como el que juega a la petanca tirando a
dar y nada más que tirando a dar.
A poco que discurramos sobre lo que ha
hecho el Gobierno en los últimos diecisiete meses, habremos de reconocer que le
situación de hoy es bien distinta que la heredada gracias a un “Plan Nacional
de Reformas” orientado al crecimiento a partir del previo saneamiento de las
cuentas públicas, hechas unos verdaderos zorros en la etapa socialista. No es
de recibo el intento de agravar la enfermedad con más deuda o, como sugieren
los más irresponsables, dejando de pagar lo que se debe: sería una vuelta atrás de
la que solamente se sale siguiendo el camino de Cuba o de Corea del Norte con
la subsiguiente universalización de una progresiva miseria: mal de todos, consuelo de tontos.
Tampoco lo es el hacer creer que un “castillo en el aire” es buen cobijo contra
la desesperanza.
Prudencia, generosidad, libertad y sentido
común son valiosos ingredientes para no desvariar, mientras que, para no
desesperar, bueno es reconocer que vamos por el buen camino al tener en cuenta
cómo el Gobierno está dispuesto a
seguir reduciendo el gasto público, está
volviendo la inversión exterior a España, la racionalización del sistema
financiero favorecerá la fluidez del crédito a familias y empresas, la bajada histórica de la prima de riesgo
adelanta la recuperación económica, se está arreglando lo que hizo el PSOE con las
preferentes…
Claro que cabe preguntar ¿volveremos
a razonables niveles de empleo cuando la crisis pierda su actual virulencia? A fuer de sinceros, responderemos que, a pesar
de que todo se enderece como cabe esperar, habrá que hacer algo más para que la lacra del
desempleo deje de ser un drama nacional.
Ese algo más está en la
línea de lo que venimos diciendo en repetidas ocasiones y tratamos ampliamente en
el libro “Trabajo para todos en tiempos de crisis”: No puede haber pleno empleo cuando, gracias a
la imparable revolución tecnológica, las
cosas a producir requieren cada vez menos tiempo y menos participación de la
acción manual, ello sin tener en cuenta
la creciente competencia de las llamadas economías emergentes.
Lo dicho: en la medida de la
responsabilidad y las posibilidades de todos y cada uno de nosotros, abordemos
la situación "sin vuelta atrás" y sin “levantar castillos en el aire”.
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