No me tengo ni por más ni por menos que tú, pero te
juro que, desde que tengo uso de razón (ya estoy cerca de los ochenta), no he comulgado
nunca con ruedas de molino.
Me decían, allá por los cincuenta del siglo pasado,
que el comunismo era la gran esperanza contra el franquismo y, luego de
estudiarle aquí y allá durante unos cuantos años, quedé convencido de que eso
no era verdad: a la vista está la Cuba de hoy frente a la España del "Fuero del Trabajo" y de los “Planes
de Desarrollo”.
Vino la Democracia, que nos colocó ante la necesidad
de ligar la libertad política con la responsabilidad personal y veo con enorme
satisfacción que, con un poquito de reflexión, podemos ver por nosotros mismos
la mejor solución a la hora de votar y que, si nos equivocamos una vez, podemos
rectificar a la siguiente. Pero sí que me preocupa que, a partir del momento en que la votación de todos da el
resultado que da, muchos de nosotros se conviertan o nos convirtamos en simple eco de las palabras,
palabras y más palabras, casi siempre muy bien manejadas por quien se dedica a
la política sin mayor preocupación que la de ver cómo disfraza de verdad a sus
grandes mentiras.
¡¡No y no!!: por nada de nada, los españoles de a pie podemos
permitir que se falsee la verdad.
Claro que, en múltiples ocasiones, la verdad está
oculta, muy oculta en una inmensa maraña de conveniencias políticas; pero la
verdad sigue allí y, como apuntó Paul Cladel, no depende en absoluto del número
de personas a las que convence.
Dicho esto, creo de lugar constatar que a mí sí que me
convence la verdad de nuestro Presidente, el señor Rajoy. Digo esto a
conciencia de que son muchos los que se dejan llevar por el cúmulo de medias verdades, falsedades y tonterías que llenan tal o cual espacio periodístico o tertulia,
pero, querido Juan Español ¿no crees que una tontería, aunque la repitan
millones de bocas, no deja de ser tontería?
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