Se inició en Burgos, estos días está ocurriendo en
nuestra Ciudad y a saber en dónde surgirá la próxima ola de esa orquestada, gamberril y desorbitada violencia callejera,
que, por supuesto, siempre pretenderá apoyarse en una más o menos legítima,
justa o desorbitada, reivindicación.
¿El ver lo que está ocurriendo no es motivo más que
suficiente para que aquellas organizaciones (partidos, sindicatos, etc.) que,
en uso de las libertades que otorga la Constitución, se sirven de masivas protestas
o manifestaciones, piensen detenidamente y se organicen en consecuencia
para que ese tipo de actos, por legítimos
que sean, no pierdan todo su valor moral en cuanto derivan en grave perjuicio
para la tranquilidad y bienestar de los ciudadanos? ¿Acaso la libertad es
exclusivo privilegio de los gamberros y violentos?
A estas alturas del siglo XXI, cualquiera que presuma de “tener
dos dedos de frente” bien puede ver que no hay razón alguna para que la mayoría
viva a expensas de unos pocos, los mismos, que se apresuran a pescar en
cualquier río revuelto y que, para cubrirse en salud, presumen ser de
izquierdas… Y, si aún viéndolo, mira para otro lado ¿qué hemos de pensar de él?
¿Qué cuanto peor para todos mejor para él? Y si se auto titula de izquierdas
¿qué clase de izquierda es la suya? ¿la del palo y tente tieso? ¿la de “destruir
es una forma de crear”? ¿la de “cuanto peor para todos mejor para mí”?
Queremos creer que hay una cierta izquierda para la
cual la “justicia social” es su
principal valor, aunque, la verdad sea dicha, hasta la fecha, sus teorizantes no hayan definido bien los más adecuados
caminos para alcanzar y consolidar una
justicia social que se apoye en el trabajo, el amor y la libertad. Razón de más para que esta izquierda, que
pretende estar a la altura de los tiempos, huya de vender gato por liebre y se
declare abiertamente contra cualquier violencia callejera, aunque solo sea para
que sus adictos vean bien diferenciada su
doctrina de la que predica y practica la otra fundamentalista y visceral
izquierda en la que se refugian los alborotadores y gamberros de oficio.
Si los líderes de la izquierda sindical, que pretende ser moderna y
civilizada, además de rehuir su “probada responsabilidad” en cualquier
convocatoria que deriva en violencia, tratan de recoger las nueces de los
árboles que otros agitan…, deben, en rigor, asumir las consecuencias entre las
cuales ¿por qué no? están las que pueden y deben fijar los jueces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario