Para tratar de comer terreno a los bakunistas, Marx delegó los asuntos de España en su hija Laura, marxista sin fisuras, y en el marido de ésta, el franco-cubano Paul Lafargue, antiguo proudhoniano que, por consideración a su esposa y suegro, decía ser marxista aunque distaba mucho de considerarse a sí mismo un redimible proletario; de él es lo siguiente: «El fin de la revolución no es el triunfo de la justicia, de la moral, de la libertad y demás embustes con que se engaña a la Humanidad desde hace siglos, sino trabajar lo menos posible y gozar intelectual y físicamente lo más posible; al día siguiente de la revolución habrá que empezar a divertirse». En consecuencia con tal proclama, hizo furor un singular panfleto suyo titulado “Derecho a la Pereza” en el que defendía el “derecho” a no trabajar más de tres horas diarias haciendo el resto del tiempo lo que a uno le venga en gana sin preocuparse lo más mínimo por la suerte de los demás. Asumiendo que estaba en este mundo no más que para gozar hasta que el cuerpo aguante, se juramentó con Laura Marx, su esposa, a no vivir más allá de los setenta años y, efectivamente, ambos se suicidaron en 1911 cuando él estaba a punto de cumplirlos. Ésta es la pareja que, de hecho, introdujo el Marxismo en España hace ahora unos ciento treinta años (1871)
Afincados en Madrid, hicieron valer sus ideas en estrecho contacto con los líderes obreristas de entonces en especial con Pablo Iglesias, quien, de inmediato, se declaró incondicionalmente marxista, y también con Anselmo Lorenzo, que siguió defendiendo su socialismo autogestionario con argumentos que decía encontrar en el propio Lafargue “ dos aspectos diferentes, que le hacían parecer en constante contradicción: afiliado al socialismo marxista, era anarquista comunista por íntima convicción, pero enemigo de Bakunin por sugestión de Marx, procuró dañar al anarquismo; debido a esta doble manera de ser, produjo diferente efecto en quienes se relacionaban con él.»
Si excluimos al matrimonio Lafargue-Marx, la iconografía socialista española no cuenta con referencias intelectuales del eco internacional despertado por Bernstein, Kautski, Luxemburgo, Guesde, Jaurés, Sorel.., de forma que la pretendida coherencia de la ideología socialista española parece compuesta de retazos de unos y de otros sin otra desvahida referencia central que la del marxismo revolucionario de los primeros tiempos. ¿Es ésa la razón por la que el expresidente Felipe González lanzó en el congreso socialista de mayo de 1979 aquello de “soy socialista antes que marxista”? Y eso ¿qué es? preguntamos no pocos españoles.
Esperamos la respuesta, a poder ser, del propio candidato socialista a la Presidencia del Gobierno de España .
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