sábado, 23 de noviembre de 2013

¿HASTA CUÁNDO EL MASIVO DESEMPLEO?

Por demás de la Crisis Económica, el boom de las economías emergentes, la fluidez en desplazamientos y comunicaciones, el despertar de las antiguas colonias, las torpezas o mal comprendidos aciertos de los gobiernos, los palos en la rueda de una oposición irresponsable, el adocenamiento de los sindicatos, et., etc…, en estas primeras décadas del siglo XXI sufrimos las consecuencias de un hecho incuestionable: Hay muchísimas más personas para hacer las mismas cosas cuyo tiempo de fabricación o adaptación requiere de menos en menos tiempo. Al hilo de las nuevas tecnologías, es vertiginoso el cambio de los “medios y modos de producción”: en segundos se fabrican cosas, que tiempo ha, llevaban horas.
Ante tal panorama ¿qué se hace para racionalizar los tiempos de trabajo de forma que, sin dejar de respetar los derechos adquiridos, se facilite la multiplicación de las oportunidades de empleo?  ¿Es de recibo que, sin necesitarlo para mantener esos derechos adquiridos, haya quien trabaje doce o más horas mientras están parados millones de personas con igual capacidad para desempeñar lo mismo? ¿No es escandalizante aplicar miles de millones de euros a prolongar la impaciencia de los que quieren trabajar y cobrar un sueldo en lugar de un subsidio a todas las luces insuficientes? ¿No sería mejor que tales subsidios se aplicasen como complemento de un salario que muchos de los decididos emprendedores no pueden pagar?
Lo dicho nos enfrenta a lo que podríamos llamar principales retos de urgente resolución, como, por ejemplo: sin dejar de respetar los derechos adquiridos de todos los que tienen la suerte de conservar su trabajo, volver a lo de Keynes (medidas de excepción ante intolerables situaciones de desempleo) y aplicar parte de los recursos disponibles a trabajos que requieran abundante mano de obra con exclusivo acceso a ellos de los desempleados (empezando por los de larga duración)  en jornadas de seis o menos horas en dos o más turnos; facilitar los ajustes de horarios a los casos especiales de madres de familia, estudiantes, veteranos trabajadores, etc… Tal como apuntan algunos economistas  ¿Cabe ahí el sustituir el concepto salario-mes por el del salario hora? Uno piensa que, de ser así, resultaría más fácil ponerse de acuerdo en reducciones de jornada, jubilaciones parciales voluntarias, adaptaciones a particulares necesidades de familia, oportunidades para estudiantes… Al respecto, que no se nos diga que ello es una insalvable dificultad administrativa ¿en ésas estamos  cuando la burocracia es reducible a su mínima esencia gracias a la Informática?
En sano y voluntarioso intercambio de pareceres, seguro que son muchas las ideas positivas de todos los que discurren sobre estos temas si, a la hora de la verdad, dejan de irse por las ramas y, desde el simple sentido común, con su mejor voluntad, proponen, escuchan, razonan y deciden, si está en su responsabilidad hacerlo.
Claro que eso es justamente lo contrario de lo que ocurre en tantas reuniones, conciliábulos y tertulias en las que lo que priva es el perverso e imbécil truco demagógico: tú y el otro sois  malos, luego yo soy bueno.

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