miércoles, 17 de septiembre de 2014

LA LUCHA DE CLASES COMO TELÓN DE FONDO

En las Cortes Españolas acabamos de oír  al nuevo “Jefe de la Oposición” un discurso vibrante aunque fuera de lugar y como inspirado por una radical falta de memoria ¿Se ha olvidado usted de la situación en que dejó a España el gobierno de los señores Zapatero y Rubalcaba, a los que usted apoyaba incondicionalmente? ¿No cree usted de elemental sentido común que, en situaciones de ruina económica como la que sufrimos los españoles hasta el 2011, no caben brindis al sol ni “floripondios zapateriles”, que diría el señor Leguina, y sí acuerdos de mínimos entre las principales fuerzas políticas para hacer lo que haya que hacer hasta salir de una situación que a todos, preferiblemente a los más débiles, ha perjudicado seriamente?
Somos muchos los españoles que soñamos con una España en la que la principal motivación de sus líderes políticos sea el interés general a base de empeñar su saber hacer y buena voluntad en resolver problemas y no en pretender hacer carrera política a base de hacer ver que los malos son los otros. Desde esa perspectiva sí que nos gustaría que la “nueva oposición” no saliera el ámbito del realismo para corregir lo corregible y perfeccionar lo perfectible de leyes y disposiciones que, como es natural, dimanan y deben dimanar de los que tienen la responsabilidad de gobernar en la actual etapa…
Desgraciadamente, no parece ser ése el caso sino, más bien todo lo contrario: algo que,  diríamos, pertenece a otras épocas en las que la mayoría de los trabajadores no tenían otra cosa que perder que sus cadenas. Ahora tanto los que tienen la suerte de trabajar como los que no han perdido la esperanza de encontrar trabajo son personas con derechos reconocidos y muy conscientes de que forman parte imprescindible y responsable del entramado económico codo con codo con los emprendedores constituyendo así las dos columnas en las que descansa la prosperidad de todos.

Vieja, muy vieja, es la “Lucha de Clases” que  nos ha parecido ver como telón de fondo de la lucha política que está dispuesto a protagonizar el actual Jefe de la Oposición. Nos gustaría hacerle ver que, para la mayoría de los ciudadanos de a pie, sobran las algaradas callejeras, el consagrar como dogmas mentiras o medias verdades y echamos en falta buenas dosis de sentido común, profesionalidad y buena voluntad

martes, 26 de agosto de 2014

¿Es progresista la actual Izquierda Española?

Con todo el respeto para las diversas opciones políticas de la actualidad española, este ciudadano de a pie, que no vive de la política, pero que sí que se cree en la obligación de participar en política, sobre todo a la hora de votar en todas y en cada una de las convocatorias electorales que le afectan, se permite la siguiente observación:  a la vista de que todos los portavoces o voceros de los más señalados partidos de izquierda, como en estado de alerta, parecen haberse puesto de acuerdo para tildar de errónea e incluso nefasta la labor del actual gobierno, cuyas prioridades, como a la vista está, son arreglar no pocos de los entuertos de su predecesor por el camino de la lógica, de la Economía Racional  y de una elemental justicia social de forma que, con el menor sacrificio para los más desfavorecidos y lo más pronto posible, recuperemos posiciones perdidas en el camino del progreso y de la estima de los verdaderos creadores de riqueza.
Reconozcamos que sin recursos suficientes, lo que haya que repartir irá a los más poderosos, y que, para aumentar esos recursos no existe mejor solución que facilitar el camino a los emprendedores, que no son, precisamente los que predican que “destruir es una forma de crear”, que empobrecer a los más pudientes es lo  lógico para sacar más del menos o, algo más pernicioso aún, que esa responsabilidad personal que se alimenta del trabajo, la generosidad y la libertad debe ceder el paso a la despersonalización colectiva para que los nuevos vendedores de ideologías imposibles se sientan en el machito del poder.
Claro que algunos de éstos hablan de tal forma que logran no pocos seguidores a los que no parece importarles perderse en el camino de países como Cuba, Corea del Norte, Venezuela, etc., etc., el mismo que antes siguió la Unión Soviética y sus satélites con los resultados que todos conocemos. ¿Existe alguna razón para que, visto lo visto, por arte de birli-birloque, las ideas y las políticas, que han sembrado y continúan sembrando la ruina en lugar del progreso, se conviertan en las columnas de la llamada “sociedad del bienestar”.
Bien sabemos que la extrema izquierda no escucha otras razones que las muy viejas de sus maestros a los que conceden una buena voluntad o “amabilidad” de las que no dieron prueba alguna, pero ¿qué decir de la “izquierda moderada” de la actualidad que, con tal de que el equipo, que actualmente nos gobierna se vaya a la oposición, parece estar dispuesta a repetir lo del “cordón sanitario”? ¿no parece más justo y lógico abandonar la crítica por la crítica y tratar de ganarse la confianza de los electores perdidos mostrando que son muy capaces de continuar en el camino de la recuperación, que es, justamente, el camino del progreso, a base de mejorar lo mejorable y cubrir con aciertos los fallos que siguen existiendo?

Hubo un tiempo, protagonizado por Felipe González, en el que, junto con no pocos desaciertos, los españoles pudimos apreciar medidas que sí que representaron apreciables pasos en el camino del Progreso; ello nos anima a preguntar ¿no creen los nuevos líderes socialistas que para, obrar como auténticos progresistas, deben olvidarse de la asociación con los que en el único progreso en el que creen es en el que afecta a sus exclusivas vidas? 

viernes, 13 de junio de 2014

España, una Monarquía Democrática

Puede que, guiado por el afán de competir en la lid de los excesos verbales, alguien se ha inventado eso de “Monarquía o Democracia”, un slogan o sofisma que se da de bruces con el sentido común y que nada tiene que ver con la realidad española.
Hoy por hoy, no hay razón alguna para no reconocer que, en España, la Monarquía es y actúa dentro de los cánones que el Mundo Occidental considera Democracia: la nuestra no es menos democrática que  cualquiera de las otras monarquías europeas. Se atiene a lo establecido por la Constitución y, por demás, cuenta con el respaldo explícito de la mayoría de los ciudadanos.
Mucho tememos que quienes ponen en duda esa verdad incuestionable  usen como base de su discurso el supuesto de que no hay democracia fuera de la forma de gobierno republicana, lo que también se da de bruces con lo que sabemos de  pretendidas repúblicas como la norcoreana y tantas otras que están en la mente de todos.
A los que siguen erre que erre con sus tópicos, les preguntamos ¿qué entiende usted por democracia y en qué se basa para sostener que una república cualquiera es más democrática que una Monarquía constitucional, parlamentaria  y moderna como la española?
Sin meternos en disquisiciones sobre lo que, para un Aristóteles, era lo que entonces se llamaba Democracia (gobierno de todos sin “jefe natural”) demos por buena la explicación de que “Democracia es  una forma de vivir y de hacer política bajo el amparo de la ley y como ciudadanos que ejercen el derecho de elegir a sus representantes en los puestos claves de la acción política” ¿No es eso lo que vemos en España?
Si buceamos en la historia de las ideas políticas, tropezaremos con que República equivale  a  “res publica” o cosa pública que un Cicerón explicaba de la siguiente manera: “La República es la cosa del pueblo, término que, más que un simple conjunto de seres humanos, viene a significar una colectividad unida  por el derecho de cada uno y la comunidad de intereses”.
Si en una Monarquía como la nuestra, además del respeto a la Ley y de la participación ciudadana, se sirve a la “Cosa del Pueblo” (Res-publica”) según el derecho de cada uno y la comunidad de intereses… ¿se puede sostener que ahí no hay valores tan respetables y democráticos como puedan serlo en lo que pueblos, como el francés, entienden por República?
Sin dejar de hilar fino en lo que nos enseña nuestra propia Historia, reconozcamos que, en la España de hoy sí que vivimos en Democracia al amparo de una Constitución cuya pieza clave es la  Monarquía Parlamentaria.

Admitámoslo no sin reconocer también que  en esa Democracia hay no poco a mejorar ¿no creéis que no es cosa de escurrir el bulto o de echar al de enfrente la culpa de nuestros fracasos o decepciones y sí de abordar con generosidad, libertad y realismo la tarea que a cada uno de nosotros toca en lo de mejorar todo lo mejorable?

domingo, 25 de mayo de 2014

DEMOCRACIA Y RESPONSABILIDAD PERSONAL

Algo nos pasa a la mayoría de los ciudadanos de a pie cuando no somos capaces de ligar la democracia con la responsabilidad personal. Si algo han demostrado las recientes elecciones al Parlamento Europeo es que la mayoría de los invitados a votar confunde a la Democracia con el aquí me las den todas: no valoran ni poco ni mucho el hecho de que se cuenta con ellos para labrar su propio futuro y se  dejan anular por una poltronería muy similar a la de los que no se deciden a sacar el paraguas cuando ven que, de seguro, va a llover o caer una granizada de tal calibre que puede llegar a “romperles la cabeza”. Hasta los hay que, con el paraguas en la mano, ni siquiera se deciden a abrirlo como a la espera de que lo abra un vecino que, precisamente, no le tiene ninguna simpatía.

Insegura es una democracia en la que la responsabilidad personal brilla por su ausencia. Llamamos responsabilidad personal a ese elemental impulso que nos lleva a prevenir el mal que nos pueda acontecer. Que las cosas no van todo lo bien que quisiéramos y que pueden ir a peor ¿quién puede dudarlo? Pero díme: ¿De qué te quejas  tú, que te privaste de ese ejercicio de responsabilidad que es votar por la menos mala de las soluciones que te dicta el buen criterio que seguro que aplicas a cuestiones bastante menos importantes que el porvenir de esta nuestra insegura Democracia? ¿Creías que se iban a quedar en casa algunos de los que sueñan con eso de que destruir es una forma de crear? 

martes, 20 de mayo de 2014

¿QUÉ HARÁN NUESTROS POLÍTICOS EN EUROPA?

Ya nos gustaría a una buena mayoría de ciudadanos españoles de a pie que  todos los aspirantes a representarnos en Europa se vieran libres  de la Demagogia, ese sucio truco en el que se refugian los mediocres que o no saben o no quieren abordar en profundidad los problemas que a todos nos aquejan.
Viene esto a cuento porque no es de recibo el utilizar un simple desliz semántico como argumento de peso para descalificar una brillante y prometedora carrera Política. A fuer de realistas, si lo que buscamos son buenos gestores que vayan al grano en el estudio, tratamiento y resolución de todos y cada una de las cuestiones que caigan bajo su directa responsabilidad… ¿hay razón para perder tiempo en discurrir sobre si conviene que sea alto o bajo, gordo o flaco, hombre o mujer, amigo de las rimbombancias retóricas o espontáneo en la forma de hablar?
Conozco a uno a quien acusaron de machista por decir que prefería los claveles a las rosas y a otro al que acusaron de homófobo  porque, ante una pregunta con trampa, respondió que, para sus hijos quería un matrimonio tradicional en lugar de los traídos por las modas.  
¿No creéis que, a la hora de elegir nuestros representantes en Europa , lo que verdaderamente cuenta es el acertar para que la actual línea de recuperación no se quiebre hasta echar en saco roto todos los sacrificios que hemos debido sufrir para salir del catastrófico bache  que está en la memoria de todos?
Vemos que los hay de todos los colores entre los candidatos a diputados del Parlamento de la Unión Europea: de los elegidos, algunos irán en solitario y otros en equipo; de éstos últimos habrá quienes preconizarán el gastar por gastar y los que abogarán por ajustar bien las cuentas para que la adecuada administración permita mejorar toda la máquina productiva, sin lo cual tonto es pensar que nos va a ir mejor.

¿Qué harán los nuestros en  Europa? De ti y de mí depende.   

lunes, 12 de mayo de 2014

Solidaridad sí, pero empieza por ti mismo

Para las gentes de lo común, que trabajan si tienen en qué o sufren las consecuencias de una larga, larguísima crisis, es seria decepción el comprobar que tantos y tantos políticos, que no gobiernan pero sí que aspiran a gobernar, no hacen otra cosa que criticar y criticar sin aportar idea positiva alguna pero sí que soltando largos y aburridos discursos apoyándose en el sofisma de que ellos son muy buenos porque los otros son muy malos.
Como ejemplo de sugerentes palabras, olvido histórico, acusaciones fuera de lugar y falta de constructivo contenido, tenemos el discurso de un veterano político que no gobierna pero que sí que ha gobernado y que aspira a gobernar: sin reconocer mérito alguno al que no es de su órbita, resuelva o no los problemas más acuciantes, ha venido a decir que la “solidaridad de la Europa del Norte”  solamente le puede llegar a a la Europa del Sur, es decir, a España, si su partido gana las inmediatas Elecciones Europeas. Según él, ello es así porque su Partido sí que sabe y puede mejorar la situación de todos los españoles sin tener que preocuparse de ajustes presupuestarios ni de otras bagatelas por el estilo y menos de dar explicaciones sobre el cómo y con qué recursos pretende aplicar la fórmula mágica de la “solidaria igualdad”.
 Claro que la solidaridad debiera ser el motor de las relaciones humanas. Así fue en la Polonia de  hace ahora unos treinta años: Los de cierta edad bien recordamos que, hasta los años ochenta del siglo pasado, Polonia era uno de los países más tiranizados por el llamado “socialismo real” hasta que apareció el sindicato Solidaridad (Solidarnoác) dirigido por Lech Walesa y formado por millones de obreros católicos, que entendían que solamente a través de los valores cristianos crece la solidaridad  entre todas las personas iguales en dignidad natural.

Desde el punto de vista materialista, que es el de muchos compatriotas nuestros, a lo más que se está llegando es a la protesta por la protesta y a ver la paja en el ojo ajeno en lugar de quitarse la viga que llevan en el propio.  No es ahí en donde podemos encontrar la solidaridad para construir juntos la España y la Europa en que se premie el trabajo, la generosidad, la libertad y la responsabilidad.

lunes, 28 de abril de 2014

CERCANOS, MUY CERCANOS, Y SANTOS MUY SANTOS

Aunque, en este blog, lo habitual es hablar de política, bien vale la pena referirnos hoy al excepcional acontecimiento de la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, dos Papas a los que debemos mucho de lo bueno de nuestro tiempo y que para muchos de nosotros han dado extraordinaria juventud a la Iglesia. 
Ya hemos señalado en diversas ocasiones la necesidad de que el ejercicio de la Política, sea cual sea el sistema de gobierno imperante, ha de ajustarse a un criterio moral si quiere cumplir con el cometido que le es propio, es decir, el bien de todos y cada uno de los ciudadanos. Por nosotros mismos hemos podido apreciar que los dos nuevos santos han marcado muy claramente la pauta de ese necesario criterio moral. 
Es la razón por la que, con el título "Cercanos, muy cercanos, y santos muy santos" transcribimos el artículo publicado por el que esto firma en la revista Buena Nueva (28/04/14):
Si fijamos la atención hacia siglo y medio atrás de nuestra historia, los católicos habremos de reconocer que fue algo muy positivo para nuestra Santa Madre la Iglesia el forzado abandono del poder temporal sobre una buena parte de Italia por parte de SS beato Pío IX  el 20 de septiembre de 1870.  Es a partir de entonces cuando el efectivo poder temporal de los papas queda reducido al minúsculo estado del Vaticano, mientras que su  poder espiritual con la consiguiente autoridad moral han ido creciendo hasta llegar al profundo y preciso magisterio de Benedicto XVI cuya heroica renuncia de  hace un año dio lugar a la elección de nuestro entrañable  Santo Padre Francisco, que nos acaba de regalar la canonización de San Juan XXIII y San Juan Pablo II, de más en más cercanos, muy cercanos, y de más en más santos, muy santos.
Tan bendita etapa de la Historia de la Iglesia es iniciada por el propio beato Pío IX (1846-1878), al que debemos la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre de 1854 y la realización del concilio Vaticano I (1869-1870), seguido por León XIII (1878-1903), cuya es la inspirada, esclarecedora y oportuna  encíclica Rerum Novarum (1891).
Ya en el siglo XX, contamos los católicos con San Pío X (1903-1914), Benedicto XV (1914-1922), Pío XI (1922-1939) y el venerable Pío XII (1939-1958), pontificados que, a base de entrega y buen hacer, han de hacer frente a la creciente ola europea de paganos fundamentalismos, incluidos el comunismo soviético y el nazismo. Para cualquier observador imparcial, la Iglesia, con sus sucesivos sumos pontífices al frente, estuvo a la altura de las circunstancias como  esperanza y refugio para las personas de buena voluntad y, sin duda, que es gracias a ella, como el horizonte de la paz se ha venido mostrando asequible desde la derrota de Hitler en 1945 y abandono de la llamada Guerra Fría a partir de la caída del Muro de Berlín (1989).
Tras el venerable Pío XII, llegamos al Papa Bueno, San Juan XIII (1958-1963), a quien debemos el llamado  “Aggiornamento” o “puesta al día” de la Iglesia Católica con su convocatoria del Vaticano II y encíclicas como la  “”Mater et Magistra”, madre, maestra y cercana, muy cercana a todos nosotros siempre con la adecuada solución a los problemas del día a día.
Con el intervalo de los pontificados de Pablo VI (1963-1978), que culminó la obra del Vaticano II (1962-65) y de  Juan Pablo I (un mes de 1978), llamado el Papa de la Sonrisa, ambos en proceso de beatificación, llegamos a San Juan Pablo II (1978-2005), ese sabio, carismático  y Santo Padre que, junto con San Juan XIII,  en presencia del “abuelito” Papa Benedicto XVI y ante más de un millón de fieles peregrinos, ha sido canonizado por el entrañable Papa Francisco.
La Prensa habla de un  “inigualable acontecimiento histórico que ha reunido a cuatro papas”. Permítasenos apuntar: son cuatro papas cercanos, muy cercanos y santos, muy santos