miércoles, 28 de diciembre de 2011

¿Adónde va la Izquierda Española?

   Con distintas gradaciones según su trayectoria histórica y respectivos líderes o “barones”, en España  son el PSOE, IU y UPYD los partidos de izquierda con mayor relevancia política. Denominador común de los tres es una visión colectivo-materialista de la Realidad amparándose  en un totum revolutum que sus próceres llaman “valores de la izquierda”. Aunque, para la mayoría de los españoles del siglo XXI empieza a ser música ininteligible  todo lo que hace referencia a lucha de clases, conciencia colectiva, determinismo histórico, nueva social-democracia  y otras muchas “ideas-fuerza” del viejo, ya muy viejo, colectivismo izquierdista, no faltan “ilustrados” que tratan de elaborar un soporte de catequización de las masas mezclando estrategias y supuestos “valores” como contrapunto “a lo de siempre”.
    Triste, tristísima, ha sido la experiencia de los últimos siete años y pico en los que, a la par que sufríamos una ruinosa e inconsecuente forma de gobernar, paso a paso,  se resucitaban fantasmas del pasado y retahílas de tópicos con los que se ha ido formulando una especie de fundamentalismo ideológico con muy negativo efecto sobre la libertad de juicio de las propias conciencias. Claro que ha sido el PSOE de Zapatero y sus colaboradores el principal promotor de ese regreso hacia no se sabe dónde;  pero también es cierto que ni IU ni UPYD  han ido más allá de criticar tal o cual medida de gestión política al tiempo que compartían lo substancial del mismo fundamentalismo ideológico con su escala de supuestos valores, muy especialmente, una libertad desligada de la responsabilidad,  la lucha de clases y el mito de la conciencia colectiva, unas y otro edulcorados con el aliño de esa vuelta atrás que, tan impropiamente, llaman progresismo; ello con ciertos matices “estratégicos”, que van desde  el menosprecio por las más valiosas singularidades de nuestra historia hasta la formulación de sistemas educativos al uso de los más indolentes o propuestas de eliminar la propiedad privada  y todo lo que huele a afán de superación personal,  ese valor social que, en las economías más avanzadas, caracteriza a los emprendedores. 
    El menosprecio de las más valiosas singularidades de nuestra historia parece implicar una estudiada deshumanización de la vida personal, familiar y comunitaria, lo que, de hecho, favorece el adocenamiento general con la consiguiente oportunidad para los avispados comerciantes de voluntades: si yo te convenzo de que es progreso decir que no a viejos valores como la libertad responsable o el amor a la vida de los indefensos, el dejarte esclavizar por el pequeño o monstruoso bruto que llevas dentro... si elimino de tu conciencia cualquier idea de trascendencia espiritual... tu capacidad de juicio no irá más allá de lo breve e inmediato; insistiré en que las posibles decepciones no son más que ocasionales baches que jalonan el camino hacia esa anquilosante y placentera utopía en que todo está permitido.
    Para que me consideres un genio y me aceptes como guía, necesito embotar tu razón con inquietudes de simple animal. Pertinaz propósito mío será romper no pocas de tus “viejas ataduras morales”. Para cubrir el hueco de esas “viejas ataduras morales” es preciso presentar monstruosas falacias que “justifiquen” bárbaros comportamientos. Ideólogos no faltan que presentan lo cómodo y fácil como lo único que valga la pena perseguir o que confunden el progreso con cínicas formas de matar a los que aun no han visto la luz (el aborto) o “ya la han visto demasiado” (la eutanasia o “legal” forma de eliminar a ancianos y enfermos de difícil cura).
    Aporte de la visión izquierdista del Progreso quiere es la ridiculización de la familia estable, del pudor o del sentido trascendente del sexo. Se configura así un nuevo catálogo de “valores” del que puede desprenderse como heroicidad adorar lo intrascendente, incurrir en cualquier exceso animal, saltarse todas las barreras de la moral natural hasta hacer del egoísmo el más apetecible  de los comportamientos,  presentar al amor estéril como ideal familiar o usar del aborto como un “legítimo derecho” de los padres. Ello implica la ridiculización de lo que llamamos “sagrados y perennes valores” (la libertad, la protección del débil, el trabajo solidario, la generosidad, la conciencia de las propias limitaciones...) se da de bruces con la necesidad de la proyección social de las propias facultades. Muy poco se puede hacer sin sentido del sacrificio y del carácter positivo de todas y de cada una de las vidas humanas, empezando por la propia.
    Visto lo visto ¿alguien puede creer que, con el bagaje ideológico de la izquierda española, labraremos un mundo más libre, más justo y más dichosos?

2 comentarios:

  1. Usted tiene una visión típica del siglo XX y en ese siglo no existía UPyD, por favor recíclese, nosotros no tenemos nada que ver con sus comentarios

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  2. ¿no es común a toda la izquierda española con representación parlamentaria una misma base materialista con toda esa retahíla de trasnochadas ideas en las que unos y otros basan el mal llamado "progresismo"?

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