martes, 17 de enero de 2012

NO TODOS HAN SIDO, SON, NI SERÁN IGUALES

   Claro que, mientras el mundo sea mundo, habrá debilidades, abusos, inoperancias y corrupciones en el ámbito de las sociedades, partidos políticos y otros grupos sociales.
   Pero, por mucho que se grite o se trate de justificar la mediocridad o escasísima falta de juicio de tantos y tantos que presumen de ilustrados, nadie puede sostener que los aciertos ni, tampoco, los cúmulos de debilidades, inoperancias y corrupciones sean del mismo carácter e igual intensidad en todos los casos y que, en razón de ello, ocasionen los mismos perjuicios a quienes padecen o han de padecer sus consecuencias. No puede ser de otra forma en cuanto sociedades, partidos políticos y otros grupos sociales están formados por personas  buenas, tibias o malas, con muy distinta condición, dispares criterios incluso sobre los objetivos del grupo a que pertenecen y (lo que es más determinante) sin igual buena voluntad para poner de su parte lo que haga falta para mejorar la situación;  y ¿qué decir de los líderes o principales responsables de las principales opciones políticas? ¿por qué algunos de ellos, en lugar de reconocer evidentes fallos y tropelías, hacen lo indecible para, en el mejor de los casos y cuando ya no es posible negar la evidencia, apuntar que ellos no hacen cosa que no hayan o piensen hacer los otros? ¿Qué razón hay para proclamar  o insinuar que todas las personas que participan en política harán otro tanto cuando surja la ocasión?
   Insisto: aferrarse a eso tan manido de que todos son iguales, además de una soberbia majadería, es el más pobre y falaz de los trucos de disculpa o defensa. Por demás, bien, hemos podido ver que, entre los socialistas o no socialistas, con distintos grados de inteligencia y disposición para la gestión pública, hay personas que se han distinguido por obrar de través sin otro objetivo que el de mirar por sí mismos frente a otras que han procurado cumplir con su obligación de servir a los demás.
Si hemos de centrarnos en los hechos concretos, ahí tenemos el ejemplo del gran político recientemente fallecido, don Manuel Fraga Iribarne. Creo que fue Felipe González el que dijo de él que “le cabía el Estado en la cabeza”. De lo que no cabe la menor duda es tanto de su categoría moral e intelectual como de su capacidad de gestión en plena concordancia con las circunstancias en que desenvolvió su trayectoria de servicio público durante unos sesenta años. Y verdad es que tiene muchos émulos en el Partido que fundó y, probablemente, en otros partidos que dicen mirar en distinta dirección.

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