jueves, 1 de marzo de 2012

¿QUIÉNES BUSCAN PARA ESPAÑA LO DE GRECIA?

Ningún servidor público con un mínimo de dignidad  y sentido común puede azuzar  las irracionales revueltas callejeras cuando, luego reconocer la parte de culpa que pueda tener  en que, por acción o por omisión, la situación española haya llegado a donde está,  lo que se impone es no andarse por las ramas y, aunque solo fuere por  demostrar que es alguien de fiar y no un torticero incendiario,  discurrir con abierta conciencia sobre los remedios que se están aplicando para corregirlos en la parte corregible y potenciarlos en lo que más conviene a los intereses generales  ¿hacen eso todos los que cobran un buen sueldo por servir a los españoles?
Se dirá que somos unos ingenuos cuando apelamos a la abierta conciencia de los que tienen en sus manos el apoyar o no las medidas que convienen a todos aunque algunas de ellas, al igual que ciertas medicinas  realmente eficaces, produzcan “ardor de estómago”.
Que en España la economía global  y las consiguientes perspectivas de bienestar van mal, muy mal, nadie lo puede negar. Que el hecho de estar estancada la productividad  y que la progresividad del paro (¿habremos de llegar a más de seis millones de desempleados?) sea como una pescadilla que se muerde la cola es la evidencia misma.  Crece y crece la pobreza y ello nos afecta a todos, inclusive  a los que no dudan en lucrarse de la miseria ajena:  Según el informe Exclusión y desarrollo social 2012,  elaborado por la Fundación FOESSA,  la lacra del desempleo, que, en 2005, estaba en el 8,7%, sobrepasaba el 22,8 % a finales del pasado año, situación doblemente dramática para los jóvenes, cuyo desempleo era del 18,6% en 2005 para acercarse al 50% (48,6%) en 2012.  Si en 2005 las familias de todos sus miembros desempleados estaban en el 2,6%, en el último año tamaña desgracia ha subido hasta el 9,1%.
En España,  además de a ésa y a otras no menos graves calamidades,  nos enfrentamos a un  dramático empobrecimiento del que será muy difícil recuperarse: de él ya nos hablan con harta elocuencia los comedores sociales a los que ya se ven obligados a acudir cientos de miles de personas.  Al respecto, leemos en LaVanguardia.com de hoy, 1 de marzo del 2012:  Cáritas ha advertido de que la pobreza en España es "más extensa, más intensa y más crónica que nunca" y de que el aumento de la brecha salarial entre ricos y pobres "amenaza con polarizar la sociedad".
Esto de “polarizar la sociedad” es lo que, a todas luces, ya ha ocurrido en Grecia.
La catástrofe griega está ahí, debiera de servir de lección  para los principales sindicatos y tantos políticos que miran para otro lado como si, al final, ellos no hubieran de sufrir las consecuencias de dejarse llevar  por unos pocos que viven de y para la subversión. Allí todavía no se han dado cuenta de que se les acabó el tiempo de  vino y rosas con su secuela de despilfarros, abusos, corrupciones, etc., etc.,  y que toca sacrificarse  y arrimar el hombro para, entre todos, salir del atolladero. Parece que en Grecia son, pocos, muy pocos los que  se toman en serio la deuda astronómica que,  según los cálculos más optimistas y dando por supuesta una quita substancial, generación tras generación, tardarán  no menos de cien años  en saldar, lo que significa que o se reducen drásticamente los “gastos estructurales” o la protección social retrocederá décadas mientras que la inversión productiva se desvanecerá en el aire… todo ello si no se desmadran las exigencias de los que, hoy por hoy, son los reyes de la calle.
Entre nuestros políticos ¿quién es el que busca eso mismo para España? No pocos, al parecer, pero, sin duda, que muchos menos de los que aspiran a salir del bache a base de  trabajo, sentido común y austeridad equitativamente repartida y asumida, aunque en ello se nos encoja el alma. A estos muchos, que se toman en serio la imprescindible recuperación,  les corresponde tomar conciencia de lo que está fraguando esa minoría zángana, revoltosa y violenta; la misma  que parece responder a la consigna de “quédeme yo tuerto a cambio de que tú vivas a obscuras”. Claro que, mientras esté descabezada (si es que ya no lo está) esa minoría caerá en el  más imbécil y triste de los ridículos, sobre todo si las legítimas fuerzas del orden y de la justicia están en donde deben estar y obran como tienen que obrar.
Claro que, a fuer de realistas, mucho tememos que las cosas sigan degenerando en tanto en cuanto la responsabilidad de los sindicatos mayoritarios  brille por su ausencia  mientras  que algún que otro  de los bien situados políticos no piense en otra cosa que en arrimar el ascua a su sardina; en razón de ello,  nos atrevemos  a pedir: señor Pérez Rubalcaba ¿no puede usted hacer algo  para que la revuelta callejera baje a unos niveles tolerables en una democracia moderna que sufre las embestidas de la sin razón?

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