viernes, 11 de noviembre de 2011

SI ZAPATERO FUERA OTRO

    Bien recordaréis que el señor Rodríguez Zapatero dijo en cierta ocasión que, en esta nuestra España, cualquiera podía llegar a ser Presidente del Gobierno.  Ello viene a colación porque, precisamente ayer, un buen amigo mío, que no es más inteligente, ni más alto, ni más guapo que la media de los mortales, me contó un sueño en el que,  por arte de birlí-birloque, los duendes de la noche le metieron en la piel del Presidente del Gobierno para colocarle en la sala de reuniones del Palacio de la Moncloa en medio de sus ministras y ministros.  
    Me cuenta que, durante no menos de media hora, se aplicó a recordar el rosario de sus disparates y a echar de menos todo lo que no había querido hacer por eso de la memoria histórica; al punto,  lanzó un agudo grito y rompió a llorar. Fue entonces cuando la ministra Pagín le alargó su propio pañuelo y le dijo: Presidente, para ti, que ya no tienes nada que perder, todavía es tiempo de arreglar  cosas, empezando por las mías: ponme de patitas en la calle y, por ti mismo, resuelve los problemas de mi departamento de forma que no se confunda la sanidad con hacer desaparecer todo lo que nos estorba. La de Pesca, Agricultura y no sé cuantas cosas más, levantó la voz para decir: la gente huye del campo y del mar cuando, desaparecido lo del ladrillo, tantas cosas buenas se podrían pescar o hacer crecer, sobre todo ahora que empieza a haber tanta gente que pasa hambre…
   -No sigas, contestó mi amigo sin salir aún de la piel del Presidente: cuando acabe esto, me reuniré con la Salgado para ver si queda algún euro para primar la producción y no la destrucción aunque se enfaden tantos especuladores y tantos intermediarios de dentro y de fuera.
    Fue un guirigay lo que siguió a continuación con las ministras y ministros lamentándose del incierto futuro, que a todos y a todas amenazaba, mientras que tú, Presidente, todo lo tienes asegurado con que apliques lo de echar balones fuera cuando te exijan responsabilidades o te diviertas en mil y una conferencias que te pagarán a precio de oro.
   -Basta ya, contestó mi amigo en la piel del Presidente:  por si no lo sabíais , durante estos siete años y pico he sido prisionero de la demagogia y de la memoria histórica. Hoy me levanto con  ganas de aprovechar el tiempo y, puesto que no tengo nada que perder y mucho que ganar para que me bendigan las nuevas generaciones, dejadme solo con Salgado y Valeriano, que voy a estudiar con ellos los decretos ley que hagan falta para que el porvenir deje de ser tan negro con trabajo y más trabajo para el que realmente quiera trabajar. ¿Quién os ha dicho que no se pueden suprimir gastos y más gastos a la par que  se enderezan las finanzas  de forma que haya dinero para todo aquello que se traduzca en oportunidades de empleo? Ya está bien de creer que los de fuera van a arreglar nuestros problemas mientras que nosotros mismos o nos dormimos en los laureles de viejas ideologías o buscamos la coartada de resucitar enterrados rencores o, lo que es peor aún, adormilamos las conciencias tratando de convertir burradas en valores. No os necesito a ninguno de vosotros y sí a los mejores economistas y a unos pocos consejeros de buena voluntad que me aplicaré a convocar ahora mismo.
    Me dice mi amigo que se despertó y, entonces, si que se echó a llorar al comprobar que lo vivido no había sido más que un sueño: el todavía Presidente seguía como si todo lo que está ocurriendo en España nada tuviera  que ver con él.

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