domingo, 18 de agosto de 2013

ENTRE IDEAS, IDEOLOGIAS Y GESTIÓN POLÍTICA EFICAZ

Platón, que vivió cuatro siglos antes de la venida del Hijo de Dios al mundo, estaba obsesionado por descubrir la razón de las cosas y, como mejor explicación, encontró aquello de que cada elemento de este mundo era una especie de sombra de su padre o madre ideal. Detrás vino Aristóteles, que nos dio y sigue dando una lección de realismo al convencernos de que son los sentidos y la propia  reflexión  lo que nos permite conocer una parte de lo que son las cosas y los fenómenos a los que hemos de enfrentarnos en el día a día; no todo, porque, sobre todo en lo que más nos afecta, siempre queda algo difícil de ver, de explicar o de comprender  a las luces de nuestra  razón.
Ése  es un realismo que nos ayuda a la buena utilización de nuestra capacidad de discernimiento y, por lo mismo, a no  fiarnos de lo primero que nos dicen los “ideólogos de oficio” y, porque les llegamos a creer ciegamente o por propia rutina, a no caer en dogmatismos al estilo de todo es materia o basta que yo me imagine algo, idea o cosa, para que ese algo resulte verdadero. Dejemos a esos “ideólogos de oficio” que pierdan su tiempo, pero no el nuestro.
Las positivas ideas sí que son importantes puesto que  pensar para obrar en consecuencia es o  debería ser esencial preocupación de todos y de cada uno de nosotros, máxime cuando nos encontramos ante el dilema de tirar por aquí o por allá a la vista de un negocio, propuesta política o la irrenunciable orientación de nuestra propia vida.
En eso último sí que es fundamental el acertar a distinguir el bien del mal, suprema idea que, queramos o no, marca el camino de la vida a cada uno de nosotros. Luego viene la atención que podemos o no prestar a las ideologías, ese fenómeno en franca decadencia hasta el punto de que son muchos los que las dan por muertas.
Claro que, entre nosotros, aun siguen vivas ideologías que, por extraño que parezca, se alimentan de errores del pasado,  inventan valores que nada tienen que ver con la Ley Natural o, peor aún,  defienden formas de gobernar al estilo de las “eternas dictaduras” de Cuba o Corea del Norte.
Uno piensa que, sin buenas ideas, no se pueden marcar adecuadas reglas de conducta; por lo tanto, bueno será elegir aquellas que nos ayudan a ser felices respetando y haciendo felices a los demás. Las ideologías, en cambio,  no son más que medios para arrastrar votos de confianza y, como tal, suelen dar tanto valor a las verdades como a las apariencias, lo que hace que los aprisionados por ellas sean (seamos) menos libres a la hora de decidir por lo que, en política,  realmente interesa al común de los ciudadanos.
De hecho,  tales ideologías, las más de las veces, no ofrecen más que un conjunto de consignas sin referencia directa a valores morales y con una orientación que, si no se modifica al hilo de los dictados de la historia, además de envejecer, se convierte en la mayor traba del Progreso Real, ese mismo que nace y se alimenta en una gestión política eficaz.

Esto de la gestión política eficaz es lo que, a los ciudadanos de a pie,  realmente nos interesa valorar y exigir a los políticos que requieren nuestra colaboración a la hora de votar. Tanto mejor si  tales políticos no se apoyan en viejas ideologías para ocultar su falta de positivas ideas. 

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