Algo nos pasa a la mayoría
de los ciudadanos de a pie cuando no somos capaces de ligar la democracia con
la responsabilidad personal. Si algo han demostrado las recientes elecciones al
Parlamento Europeo es que la mayoría de los invitados a votar confunde a la
Democracia con el aquí me las den todas: no valoran ni poco ni mucho el hecho
de que se cuenta con ellos para labrar su propio futuro y se dejan anular por una poltronería muy similar a
la de los que no se deciden a sacar el paraguas cuando ven que, de seguro, va a
llover o caer una granizada de tal calibre que puede llegar a “romperles la
cabeza”. Hasta los hay que, con el paraguas en la mano, ni siquiera se deciden
a abrirlo como a la espera de que lo abra un vecino que, precisamente, no le
tiene ninguna simpatía.
Insegura es una democracia
en la que la responsabilidad personal brilla por su ausencia. Llamamos
responsabilidad personal a ese elemental impulso que nos lleva a prevenir el
mal que nos pueda acontecer. Que las cosas no van todo lo bien que quisiéramos y
que pueden ir a peor ¿quién puede dudarlo? Pero díme: ¿De qué te quejas tú, que te privaste de ese ejercicio de
responsabilidad que es votar por la menos mala de las soluciones que te dicta el
buen criterio que seguro que aplicas a cuestiones bastante menos importantes
que el porvenir de esta nuestra insegura Democracia? ¿Creías que se iban a
quedar en casa algunos de los que sueñan con eso de que destruir es una forma
de crear?
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