viernes, 8 de julio de 2011

LOS CATÓLICOS Y LA POLITICA

Magistral lección sobre el tema que hoy nos ocupa nos viene dada por la inequívoca recomendación de Jesucristo: Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Ello en todos los niveles de la vida social  con sus reguladoras,  las políticas nacionales, autonómicas y municipales.
En el orden natural de las cosas, que dirían los clásicos, el César o Poder Político está por debajo de Dios, principio y fin de todas las cosas;  por lo tanto, ese mismo poder político se extralimitará en las funciones, que le corresponden, si impone o trata de imponer algo que vaya en contra de la Ley de Dios, que para los filósofos más realistas, coincide con la Ley Natural. ¿Cómo conoce el mundo la Ley de Dios? Sencillamente, a través de los “Mandamientos”, cuya viabilidad ha sido respaldada por el propio Jesucristo, Hijo de Dios.
Se nos dirá que eso es lo que creen, creemos, los católicos. Naturalmente que sí;  y también es verdad que nadie ha demostrado que el cumplir los Mandamientos, más que ir en contra del Progreso, no sea, precisamente,  la mejor forma de ayudar a que todos seamos más felices, es decir, vivamos con mayor afán por desarrollar nuestras facultades y, por ello, facilitemos el progreso de toda la Humanidad, empezando por nuestra propia parcela. A poco que discurramos, es lo que vemos que nos demuestra la historia y, me atrevo a subrayar,  la experiencia de tantos y tantos de nosotros.
Si no está usted de acuerdo, muéstreme una doctrina o ideología más realista y social que la católica.
Claro que el ser católico no es cosa de estar ahí y nada más: el católico es un ciudadano comprometido a trabajar por el buen orden social según la Ley de Dios, esa condición natural que  lleva grabada en la propia conciencia, y las leyes políticas siempre que éstas no se aparten del papel que las corresponde.  Quiere ello decir, que, bajo ningún temor o acomodamiento, puede el católico respaldar  leyes políticas como la del aborto, radicalmente contraria a la Ley de Dios.
Si se nos dice que algunos políticos “católicos”  han respaldado a ésa y a otras “leyes” de igual calibre, obsérvese que, por esta vez, lo de católicos y de leyes lo he puesto entre comillas. Esta consideración  no quiere decir, ni mucho menos, que uno esté llamando a la desobediencia civil:  lo que uno quiere dejar bien claro es que las Leyes de Dios están por encima de las “leyes políticas”, las cuales han de ser acatadas (eso, sí que sí) siempre que no se opongan a las otras.
Bien sabemos que, en España, no es la del aborto la única ley política que va contra la Ley de Dios. También sabemos que, en su formulación y aplicación, los que han ido más lejos han sido los gobiernos socialistas, desde el ámbito nacional al local ¿no es ello razón suficiente para que los católicos les retiren de sus preferencias a la hora de afiliarse o de votar?  Por demás, vemos que la mayoría de los socialistas, sobre todo los que tienen, han tenido o piensan tener alguna responsabilidad de gobierno, procuran no apartarse ni un ápice de esa dogmática o fundamentalismo empeñado en hacernos creer que el progreso se basa en matar niños, otras aberraciones por el estilo o de menor nivel cual es el despilfarrar sin tino.
En conclusión y dado que, queramos o no,  necesitamos de la Política para mantener un mediano orden social, siempre que a los católicos se nos pida nuestra adhesión o voto,  nos inclinaremos por los políticos que menos se opongan a  la Ley de Dios; con todos sus defectos, son éstos los que menos ponen en cuarentena los valores y principios por los que se rige una sana sociedad, la misma a la que aspiran todas las personas de buena voluntad.
Con sinceridad, creo que, por lo que toca a nuestra Ciudad, así nos hemos comportado en las pasadas elecciones municipales y motivos tenemos para confiar en que la política municipal, a pesar del lastre heredado, irá por el camino que debe ir  por su propia naturaleza y para el bien de todos nosotros.

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