miércoles, 18 de mayo de 2011

MUCHO NOS JUGAMOS EL 22 DE MAYO

El 22 de mayo tenemos la palabra todos los ciudadanos españoles con derecho a voto: es uno de los pocos días en que a cada uno de otros corresponde una indiscutible porción de soberanía. En ese momento de singularidad democrática es cuando hemos de mostrar  nuestro acierto con lo que más conviene a nuestra Ciudad, a la Comunidad y, en definitiva, a toda nuestra España.
Claro que, a la vista de lo “forjado” y ocurrido en estos años, muchos estamos obligados a pensar que, en cuestión de bienestar, una buena parte de los españoles (lo de la Comunidad de Madrid es otra cosa) ha sido llevada dos décadas atrás y, si hablamos de efectiva libertad y respeto a los íntimos valores…  ¿no da la impresión de que hemos perdido  quinientos años de la propia Historia?
¿A quién elegir con capacidad y voluntad de mejorar la situación?
Durante todos estos días, la pléyade de candidatos  no ha tenido  mayor preocupación que la de ganar nuestro voto: algunos, sin las ideas muy claras y, probablemente, con nula intención de ponerse al servicio de los ciudadanos, han pretendido vendernos su excelencia a base de minusvalorar o calumniar al rival mientras que otros sí que nos han mostrado proyectos, soluciones y compromisos. Estos últimos serán tanto más creíbles cuanto les avalen sus condiciones personales, su preparación, su experiencia y ese halo de confianza que despiertan al verles de cerca. Tanto mejor si  con ellos traen años de probada eficacia en el servicio a los intereses comunes. Por demás, es de vital importancia, el prestar nuestro voto al que, verdaderamente, además de merecerse nuestra confianza, puede alcanzar la mayoría. 
Pensando en nuestra Comunidad y  en nuestra Ciudad, cuyo futuro se juega el próximo día 22, no podemos dejar de tener en cuenta  lo que ocurre y puede ocurrir en toda España: progresiva ruina económica, particularismos a la carta cuando no de abierta orientación separatista, fundamentalismos ideológicos lastrados por resentimientos y viejas utopías, una descomunal burocracia que, por su costo, anquilosamiento y desproporcionado tamaño, esteriliza no pocas posibilidades de recuperación moral y económica frente al hecho de millones y millones de desocupados, falta de genuina sustancia política en tantos y tantos que juegan o aspiran a ser caudillos sin la obligada responsabilidad de servicio hacia los que llegan a considerar sus súbditos, la apatía y el relativismo en la capacidad de juicio de multitud de éstos que, no pocas veces, pierden la ocasión de corregir malgastando los personales e intransferibles derechos que les otorga la Democracia…, nos han llegado a colocar a los españoles en el vagón de cola de los países industrializados.
¿El remedio? acertar con tu voto de forma que gane el que se compromete a bien administrar, servir y procurar que todos y cada uno de nosotros, en libertad y generosidad, apliquemos lo mejor de nosotros mismos a esa tan necesaria corrección de rumbo y tendencia.

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