domingo, 1 de mayo de 2011

DERECHO Y DEBER DE TRABAJAR

Aunque no nos lo recordara el 1 de mayo, “Día Internacional de los Trabajadores”, bien sabemos todos nosotros que hemos de “ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente”. Ello quiere decir que no es justo ni natural pretender vivir sin trabajar; menos justo y más antinatural es que los obligados a trabajar facilitando oportunidades de trabajo distraigan al personal con mentiras, zarandajas, promesas, coacciones o el opio de presuntas y animalescas liberaciones.
Claro que, tras siete años de gobierno zapateril y de aquellos otros trece de primera pasada por la izquierda para que “a España no la conozca ni la madre que la parió”, en España la Cultura del Trabajo está perdiendo un montón de puntos ante el “Derecho a la Pereza”, que, hace unos ciento cuarenta años, predicó en España Pablo Lafargue, yerno de Carlos Marx y maestro de socialistas españoles: trabaja para mí que yo ya tengo bastante con vivir y gozar mientras despotrico contra los que crean o desarrollan oportunidades de trabajo, es lo que viene a decir el tal Lafargue con su libro.
Cierto que de los cinco millones de parados españoles son muchos, muchísimos, los que desesperan de la forzada y deprimente situación de ociosidad; son muchos, muchísimos los que darían media vida por un puesto de trabajo, cuya oportunidad no facilita lo más mínimo el señor Rodríguez Zapatero y no pocos de sus paniaguados compañeros y compañeras: ¿es que no pueden hacer otra cosa que dar palos de ciego y despilfarrar dineros que, por ejemplo, podrían servir para allanar caminos a los emprendedores y para iniciativas como la de promocionar las producciones genuinamente españolas o de llevar agua a donde no llega regularmente, léase aquel Plan Hidrológico Nacional con el que soñó Joaquín Costa y pretendió poner a punto el Partido Popular? ¿qué me dice usted de tanto como falta para frenar el particularista desenfreno de ciertas autonomías, prevenir incendios, modernizar infraestructuras, simplificar anquilosantes burocracias,responder al desafío de las nuevas tecnologías, abaratar los suministros de energía, educar en la necesidad de explotar al máximo las propias facultades en beneficio de uno y de la Comunidad?
Ya sé que insistir sobre esto es como predicar en desierto; por ello y al calor del uno de mayo, “Día Internacional de los Trabajadores”, no está mal que insistamos en una realidad incontrovertible: El ser humano ha nacido, vive y dispone de especiales e irrepetibles particularidades para, de forma personal e intransferible, trabajar, lo que es tanto como aportar su grano de arena personal a humanizar su entorno, cosa que no puede hacer si, con eso de irse por los cerros de Úbeda infiltrándole, de paso, la ideología de los “ninis”, se le fuerza a una ociosidad, que, en el peor de los casos, termina siendo voluntaria: para ti, para mí, para todos los que podemos y pueden hacerlo, el Trabajo, además de un deber, es un derecho que ningún mal gobernante debe minusvalorar.
En razón de ello y teniendo a mano la ocasión de botarles negándoles el voto ¿por qué consentir que sigan haciendo de las suyas los que siguen considerando que, gracias al señor Rodríguez Zapatero, vivimos en el mejor de los mundos posibles?

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