El señor Rodríguez Zapatero, que ha dicho que se va, pero que se queda hasta que a él le convenga, nos deja la empobrecida y "agónica" España que vemos todos, incluidos sus fieles discípulos los señores Gómez y Cascallana.
A lo de cinco millones de parados, batiburrillo de disgregadores estatutos y serio peligro de bancarrota, se añade un cúmulo de leyes que ya están volviendo al revés todo lo que nos hacía creer que vivíamos en una España privilegiada por su Historia, su Civilización y su Escala de Valores. Diríase que muchas de esas leyes, que están en la memoria de todos, responden al afán de convertir rarezas, salidas por la tangente y caprichos en derechos universales ¿con todo ello, pretendía y pretende el señor Rodríguez Zapatero que a España no la conozca ni la madre que la parió?
En honor a la verdad, reconozcamos que casi, casi, lo ha logrado… Menos mal que nos queda a todos los españoles el recurso democrático de empezar a romper con nuestro voto la secuela de su paso por la Presidencia del Gobierno de España, esa nación que para mantener todo lo bueno forjado gracias a la generosidad, trabajo y libertad de millones de compatriotas de antes y de ahora, necesita gobiernos que no nos mientan y que sí miren en la dirección que nos conviene a todos, no a unos pocos.
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