martes, 12 de abril de 2011

USO Y ABUSO DE LA DEMAGOGIA

Palabras, palabras, infinitas palabras... han tejido el soporte de una acepción de la vida y destino humano que, como muy bien podemos comprobar, se ha dado de bruces con la propia Realidad: ni el materialismo o cualquiera de las mil formas de colectivismo han resultado ni resultan propios de la condición de nuestros hombres y mujeres.
Palabras, palabras, infinitas palabras, que siguen destellando con fuerza en el totum revolutum de la Demagogia, cuya tiranía es, probablemente, el más sutil de los virus que amenazan la supervivencia de una Democracia.
La Demagogia se expresa en artificios retóricos al estilo de “te mereces todo aunque no hagas nada”, “tú eres malo, luego yo soy bueno”... o en torrentes de medias verdades en donde, desde la crasa inoperancia, se diluyen las secretas intenciones de acaparamiento, de corrupción y de abuso de poder.
La Demagogia se hace fuerte en tópicos e idealismos trasnochados, se recrea en la ignorancia colectiva y rechaza cualquier análisis profundo de la Realidad político-social del momento, algo que debiera ser elemental punto de partida para una mínima, libre y constructiva reflexión del votante.
El votante responsable, sea cual sea su situación o nivel cultural, está obligado a “autovacunarse” contra la demagogia y sus más frecuentes expresiones: algo que, en la mayoría de los casos, no es más que un burdo, descarado y superficial disfraz de la mentira, que siempre aspira a ser la alcahueta de los torpes deseos de avasallar al ingenuo.
Pueden ser mentira la división de poderes, la estimación de capacidades en los altos funcionarios, los méritos a considerar en la asignación de puestos de responsabilidad en la Administración, la teórica prevención de abusos, la información sobre los entresijos de la realidad económica, la imagen de las formas de vivir, hasta el proclamado resultado de las urnas... Aliñadas por la demagogia, resultarán inevitables particularidades de la situación
Una situación política apoyada en la demagogia no pasa de ser una soterrada y triste dictadura, en donde las sagradas libertades, una a una, son neutralizadas por lo que Tocqueville llamara “instintos salvajes de la Democracia”.
Para ti y para mí existe un medio, más o menos “reconocible”, de neutralizar los efectos de esos “instintos salvajes”: Seamos tú y yo buenos demócratas y avispados electores, lo que es tanto como decir apasionados y activos defensores de la Libertad Responsabilizante a la luz de nuestra propia conciencia y en sintonía con las necesidades de nuestros semejantes: en buena parte, depende de ello la supervivencia de nuestra joven, débil y agónica Democracia y la neutralización del, hoy por hoy, poderosísimo opio de la “conciencia colectiva”, eso en que se sigue apoyando alguna trasnochada ideología.

2 comentarios:

  1. Del artículo nos quedamos con un "palabro" que suscribimos totalmente: LIBERTAD RESPONSABILIZANTE...cuanto debate habría al respecto, pero eso sí, sin demagogia por favor

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  2. Libertad al tuntún y sin raíces en lo personal, es decir, sin responsabilidad, en el mejor de los casos, es como una voluta de humo que se desvanece en la nada. De alguna forma había que llamar a esa libertad impulsada por la generosidad y crecida en el mejor aprovechamiento de lo que podemos ofrecer a los demás: es a esa libertad a la que llamo LIBERTAD RESPONSABILIZANTE.
    Por cierto, es la Verdad la que nos hace libres; no la "Libertad la que nos hace verdaderos", tal como se ha atrevido a dogmatizar el señor Rodríguez Zapatero

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