viernes, 15 de abril de 2011

¿Valores de la Izquierda?

Hoy, viernes 15 de julio, una nutrida y expectante parte de los vecinos de Alcorcón, hemos acudido a conocer a los candidatos que presenta el Partido Popular para presidir los distintos ayuntamientos de la Comunidad. Partiendo de realidades bien probadas, se nos habló de que, en lugar de saltos en el vacío, el buen gobierno, identificado con el incondicional servicio a todos los ciudadanos, se apoya tanto en una economía de eficacia y austeridad como en una política empeñada en cumplir lo que se puede prometer y se promete todo ello en el mutuo respeto, la trasparencia y la veracidad. Nada que objetar y sí una ilusionante espera hasta que llegue el día de votar.
Pero no todo ocurrió como, razonablemente, era de esperar: no se sabe si paniaguados o no, un reducido grupo de ciudadanos de acá o de allá pretendió dar la nota sin mayores argumentos que un ridículo y enorme cartel esgrimido entre gritos, pitidos e insultos.
Claro que sus desaforados esfuerzos, más que servir de algo, fue el motivo para que, una vez transcurrido el brillante y convincente acto, unos amigos empezásemos a disertar sobre el sentido común y los pretendidos valores de los que se llaman izquierdistas. Se les compadeció por no querer ver que aquello, con lo que dicen seguir soñando, ya dio todo lo que tenía que dar en la calamitosa experiencia soviética y sigue tirando hacia atrás a países como Cuba, Corea del Norte y unos cuantos más que están en la mente de todos: cosa que saben muy bien los ilustrados de esa misma Izquierda, quienes, para salir del paso y ofrecer sea lo que sea, entretienen a los más ingenuos con aberraciones, mentiras y propuestas que, sin rebozo alguno, meten en el saco del progresismo.
Hemos asistido en España a una sistemática ridiculización de valores a los que la libre reflexión considera en radical sintonía con la Realidad y que, con toda evidencia, han acompañado a las más productivas y generosas acciones humanas.
Lo contrario significa un gratuito enfrentamiento con la genuina realidad del ser que vive en hambre de ser más de lo que es y que, para avanzar hacia su plenitud, necesita la forja en el trabajo solidario y en la proyección social de lo mejor de sí mismo, tareas imposibles sin el aliño de una fe en el sentido trascendente de la propia vida; el no reconocimiento de la realidad del ser humano y su circunstancia implica la ridiculización de valores como la libertad, el trabajo solidario, la generosidad, la conciencia de las propias limitaciones y cuanto nos lleva a la certeza de que todos y cada uno de nosotros necesitamos de todos los demás en un clima de reciprocidad y responsabilidad.
Señores de la izquierda, mientras no cambiéis de maneras y actitudes, no tenéis derecho alguno a consideraros superiores a los demás en ejemplaridad y, mucho menos, en espíritu democrático.

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